El fin de semana pasado estuve en Villahermosa Tabasco por invitación de mi querido amigo Victor Sámano, director de Diario Presente, para participar en el aniversario 65 de ese diario con una conferencia sobre "Los desafíos de la cultura". En lo que sigue desarrollaré un poco las notas que preparé para los efectos.
En primer lugar, hablé sobre la pertinencia del tema dada la función que cumplo en la actualidad como director general del Espacio Cultural San Lázaro de la Cámara de Diputados, enfatizando el hecho de que en su diseño y operación establecimos el criterio de no considerar a la cultura solamente como la cara amable de la realidad social o institucional cual si se tratara de un barniz poético que se sobreañade a la prosa árida y hostil de la política o la vida burocrática, sino que la definimos como expresión actualizada de la concepción de la Grecia clásica según la cual la personalidad humana es el resultado de la convergencia conjugada de tres facetas: la faceta artística, expresada en el teatro, la faceta política, manifestada en el ágora, y la faceta racional, expresada en la filosofía, de suerte tal que el arte, la política y la filosofía son vistos como momentos de un mismo proceso dialéctico dentro del cual queda cifrada la racionalidad humana en tanto que racionalidad filosófica.
Después abordé rápidamente el problema de la definición de la idea de cultura, que se presta a muchos mitos y confusiones. Por un lado, está la idea metafísica de cultura, de procedencia germánica, según la cual es ésta el resultado de un proceso de secularización de la idea de la gracia santificante medieval del mismo modo en que la de progreso lo es respecto de la de salvación (ver para esto El mito de la cultura de G. Bueno).
Por otro lado, está la idea antigua de cultura asociada a la de formación o educación, que sería la correspondiente con la paideia griega o la bildung alemana. Está además, en tercer lugar, la definición ya clásica de Edward B. Tylor, de 1871 más o menos, según la cual cultura es un "todo complejo" que comprende el conocimiento, las creencias, la moral, el arte, la ley, los hábitos y cuantas facultades adquieren los hombres en el contexto de su vida social.
En cuarto lugar hablé de lo que Bueno, también, denomina "cultura circunscrita o administrada", que es algo así como la acepción burocrático-gremial en el sentido de significar que la cultura es lo que administran o gestionan las secretarías o ministerios de cultura (invento de Malraux, por cierto).
Acaso sea ésta la acepción más comúnmente utilizada, que confina el concepto y contenidos a los festivales, exposiciones y cuanta actividad esté asociada con las bellas artes, la alta cultura y las culturas populares, y que es lo que hace que los gobiernos pongan en segundo o tercer rango de importancia estas áreas y cuestiones, encargándoselos o a exquisitos aristócratas de linaje casi virreinal (caso de los Tovar y de Teresa) o a artistas o productores artísticos y gestores culturales que se mueven solamente en la inmanencia de problemáticas gremiales o en todo caso en la del activismo folklorista-etnologista y multicultural tan en boga hoy en día.
Frente a estas definiciones, yo defendí una concepción
geopolíticade
cultura, entendida como trabazón histórica de instituciones mediante las que se coordinan las relaciones entre el espacio, el poder y la capacidad de propagación de una forma histórica de ser y de estar en el mundo que se articula en un plano religioso (metapolítica), socio-lingüistico (idioma) y productivo (economía), y que sólo a esta escala es posible advertir a las grandes culturas de la historia como la
culturaromana, la griega, la soviética o la musulmana, así como también advertir que el mayor desafío de la
culturamexicana hoy, en definitiva, es asumirnos como la gran potencia hispanohablante de la historia, del presente y del porvenir. (*Texto publicado en "La clandestina virtud.org", espacio virtu