Nunca se insistirá lo suficiente en un mal que corroe a los partidos y también a los ciudadanos. Me parece que no se ha estudiado a fondo el impacto del preocupante espectáculo que ocurre cada tres años y sobre todo cada seis años: el tránsito, el brincoteo de un partido a otro. El llamado "chapulineo".
Es una práctica tan común que los partidos chicos y grandes ya instalaron como una de sus estrategias "política" esperar a que termine la selección o imposición de candidatos en un partido rival para esperar que los inconformes corran a buscar cobijo en otra organización. No importa si para eso desplazan a sus verdaderos militantes, es decir, a quienes están en el partido de marras por convicción.
Es tan común la práctica camaleónica. El oportunismo, que ya no siquiera sonroja a dirigentes y a los actores de semejante comedia. Hoy están en un partido y se declaran abiertos enemigos del que está enfrente, y mañana se convierten en lo que supuestamente rechazaron.
Me parece que este tipo de conductas hacen más, mucho más daño que lo que se supone: son el caldo de cultivo y alimento para una sociedad cada vez más cínica.
Nos hacen recordar aquel dicho cáustico de Groucho Marx: "estos son mis principios, pero si no le gustan aquí traigo otros". Triste realidad.