1. Unas semanas antes de iniciar 1994, comenté a Luz que el país estaba para un alzamiento armado. Luz me preguntó por qué decía aquello. El gobierno se había pasado machacando que entraríamos al primer mundo, pero mis bolsillos decían otra cosa. Luz resultó ser la esposa del artífice de aquella propaganda salinista que yo había destrozado con juvenil franqueza. Un día me dijo: Soy esposa del señor José, pero yo no me apellido Carreño Carlón.
2. Un grupo venido del sur crearía el mismo vendaval a finales de 1991 y principios de 1992. Al frente de los cientos de tabasqueños, cuyo rostro sólo estaba cubierto por un sombrero chontal, venía Andrés Manuel López Obrador. El hombre que se comía las eses fue sumando más campesinos en su ruta por aquella subida. La proeza de caminar más de mil kilómetros despertó la admiración de los chilangos, acostumbrados a ver a los provincianos con prejuicios. En el corazón del Zócalo, aquel líder se granjeó el respeto de aquella gente que también sufrió en carne propia el autoritarismo presidencial.
3. El fraude electoral contra millones de mexicanos llevó al Peje (como le decían de cariño los capitalinos, después de haber sido buen gobernante con ellos) a cerrar Paseo de la Reforma en 2006. Las casas de campaña y baños portátiles se instalaron junto a palmeras reales y rosales. Frente al esférico edifico de la Bolsa de Valores ondeaban los calzones, camisolas y vaqueros de los pacíficos manifestantes. Muchos chilangos llegaron para regalar abrigos, impermeables y hasta despensas. Otros, los menos visibles, pero más escandalosos, se rasgaban las vestiduras porque aquellos revoltosos sin oficio ni beneficio afearan la avenida por donde la emperatriz Carlota paseaba los domingos. La radio, los diarios y la tele con los periodistas de siempre, declaraban muerto al político tabasqueño. Lo mandaban a paseo, por tomar Paseo. Se sumaron a este pronóstico habitantes de Polanco, las Lomas y Santa Fe.
4. El vendabal ha acompañado siempre a este político en estado puro. No ha habido presidente, después de Lázaro Cárdenas, que haya recorrido pueblos y comido con su gente como lo ha hecho AMLO. Lo admirable es que así haya sido siempre.
5. Una amiga, hija de un líder comunitario, cumpliría 18 años, y el padre le preguntó qué quería de regalo. La joven le pidió que trajera a López Obrador, entonces dirigente estatal del PRD. El día de sus 18, allí estaba López Obrador, platicando con el pequeño grupo de universitarios reunidos, cantando Las mañanitas y pidiendo más pastel. Los agoreros siguen parloteando y no pueden ver el secreto para que el paisano sea querido. Siempre ha estado con el pueblo porque él es pueblo.