La republicana transición inédita de poderes del cargo de la Presidencia de la República a una mujer representa per se un acontecimiento histórico justo en el bicentenario como país, desde el 4 de octubre de 1824; que rompe con el patriarcal cambio de estafeta entre hombres, con las expectativas porque haya un sustancial cumplimiento de una comprometida justicia social sin discriminación ni sectarismo.
Aunque el proceso de participación de la mujer en la vida pública en la ruta de acceso y ejercicio del poder es ancestral, de modo que representa la oportunidad para mostrar que para este momento se prepararon, en el contexto de que liderar una nación no distingue géneros, pero sí se diferencian por capacidades, competencias y resultados.
El modelo de una gestión sustentada en una «continuidad con cambio» debe reflejarse en decisiones precedidas por un riguroso estudio y análisis para implementar con rigurosa pertinencia las políticas públicas estructurales al nivel de regiones geográficas y además locales, habida cuenta las complejidades diversas que se tienen.
Bajo este paraguas, la cuasi Presidenta Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, Claudia Sheinbaum Pardo, debe tener el mismo trato federalista encausado hacia el progreso con las 25 entidades locales afines, así como con las otras siete que tienen autoridades administrativas de gobernanza distintas, sin pretexto alguno.
Como Jefa del Estado Mexicano se ceñirá la simbólica Banda este martes, 1 de octubre de 2024; la cesión estará a cargo de la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Ifigenia Martínez, en su caso distinguida por una genuina ideología de izquierda, una política con arraigada lucha en uno de los puntos de inflexión más trascendentes en el verdadero devenir mexicano.
Como depositaria del Poder Ejecutivo Federal debe asumirse como la Presidenta de México, con la sensatez de que estas decisiones deben corresponder con asertividad para encarar los desafíos que se le presentarán para lograr un colectivo social con calidad de vida.
Los tiempos y circunstancias le exigirán incluso adoptar acciones impopulares por encausar esta política de «continuidad con cambio», al observar absolutamente por uno de los valores implicados en la toma de protesta presidencial, por el bien de las y los mexicanos.
En palabras del filósofo francés Michel Foucaultç, extinto en 1984: «El poder no se comparte, se ejerce», entendido que la primera mujer presidenta para este objetivo se le mandató al ser electa por voluntad popular.
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo deberá, sin embargo, tener claro que en el andamiaje de la democracia le representará la dicotomía de los claros y oscuros en la polarización social, asumiendo las decisiones políticas que correspondan en la natural transversalidad a lo económico y social, con las naturales vertebraciones para gestar y consolidar el poder conferido en su persona de transformar un asfixiante estatus quo que transite del asistencialismo hacia políticas públicas estructurales que de raíz superen la condición de una precariedad entre los mexicanos, con particular prioridad en la atención los estratos que anclados en la pobreza que de las limitaciones se hallan en el sendero de tener nada.
Desde este uno de octubre toda la carga de responsabilidad del cargo ejecutivo federal mexicano recae en una mujer que asegura «estar preparada», en un proceso formativo desde que por primera ocasión se involucró en la vida pública.
El momento llegó para asirse del carácter, personalidad, además de liderazgo para plasmar en hechos una investidura que le acompañará de manera permanente durante los próximos seis años de una responsable gobernanza. Con este propósito solicitó licencia a su militancia partidista ideológica para dedicarse a lo suyo todo el tiempo, a todas horas, con la información puntual incluso ante las eventualidades que ninguna palabra tienen al interior del territorio y al exterior que igual le benefician y/o afectan.
La Presidencia de México ya con rostro de mujer debe ser de resultados a reflejar en el informe anual realista de cada uno de septiembre sobre el estado que guarda la administración pública federal, que los mexicanos le confiaron en el sentido de un saldo favorable en lo macro y en lo micro.
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