A lo largo del tiempo los tatuajes han tenido diversos significados e impactos a nivel social. Desde la antigüedad en que eran considerados una muestra de estilos de vida poco saludables, hasta la pertenencia a grupos delictivos o antecedentes penales. Sin embargo, desde hace algunos años ha aumentado su popularidad en el país. Según cifras del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), una de cada 10 personas en el país tiene un tatuaje, es decir, unos 12 millones de mexicanos están tatuados. Eso coloca al país como el número uno en América Latina de esta práctica.
De acuerdo con la psicóloga María Alejandra Castro, el principal motivo para tatuarse es por cuestión de identidad, el incansable empeño por ser diferente o llevar una marca que lo distinga de los demás. El tatuaje representa, para muchos, la oportunidad de resaltar ante el mundo y manifestar su yo interior.
La aceptación de los tatuados se ha dado paulatinamente, aunque no de la misma manera en todos los aspectos de la sociedad ni en todos los estados de la república. Laboralmente, aún hay reservas en cuanto a su uso se refiere, ya que existen empresas que, conforme a sus códigos de conducta y reglas, se niegan a contratar gente con este tipo de modificaciones corporales, lo que ha originado casos de discriminación.
Una encuesta realizada para la bolsa de trabajo digital más grande de México, señaló que el 65 % de profesionistas consideró que el uso de tatuajes y perforaciones genera discriminación en el ámbito laboral, ya que su imagen no va con la cultura organizacional de la empresa.
La exigencia social de igualdad de trato o no discriminación en el país alcanzó un estatuto constitucional en el año 2011, como resultado de la reforma en materia de derechos humanos, el derecho a la no discriminación se contempló como un derecho humano que el Estado mexicano está obligado a garantizar. Como ejemplo de legislación en la materia, tenemos el artículo 5to de la Ley para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México que establece: “Queda prohibida cualquier forma de discriminación (…) por tener tatuajes o perforaciones corporales”. Sin embargo, muchos empleadores hacen caso omiso y prefieren dar excusas para evitar problemas.
En definitiva, la ruptura con los estereotipos y prejuicios existentes en torno a la tinta en la piel dependerá no solo de la evolución de la sociedad, sino también de la aceptación y normalización por parte de las empresas y profesionales que contratan. Es definitivo como aún hoy, se sigue señalando a las personas por su aspecto, ya sea congénito o adquirido y en muchos casos dejando de lado su verdadero valor. Es imprescindible, como en cualquier caso de descriminación, sensibilizar a la sociedad con respecto a que una persona con tatuajes puede tener mas valores, empatía o compromiso humano que cualquier otro individuo con una imagen “perfecta”, la cual solo sea la piel de oveja sobre el lobo.
(Psiquiatra/Paidopsiquiatra)