Voy a Tabasco, a mi tierra y a mi agua, acostumbran decir los políticos para subrayar sobre todo que en esta región hay más agua que piso firme.
Los más inspirados citan a Carlos Pellicer: "Más agua que tierra. Aguaje/para prolongar la sed./ La tierra vive a merced/del agua que suba o baje".
Mucho se habla de la cultura del agua y me parece que deberíamos tener en mente la incultura del agua, o más bien nuestra ignorancia respecto a este gran recurso natural que –contradictoriamente- puede ser una riqueza que genere pobreza.
Lo vemos en tiempo de secas, es obvio. Pero más en época de lluvias. Los drenajes se colapsan, las calles se anegan, hay colonias que se inundan en los municipios más afectados. Las primeras lluvias acarrean la basura que nuestra desidia nos hace dejar en las calles y taponan los ductos; también estas primeras precipitaciones agarran descuidados a los operadores de los cárcamos. Y también nos recuerdan que nuestra infraestructura es obsoleta y que nuestras ciudades no necesitan maquillaje sino una operación quirúrgica.
Las torrenciales lluvias pueden afectar nuestro patrimonio.
Para más paradoja: el exceso de lluvia nos deja sin agua...potable. Ya se sabe que la turbiedad de los ríos impide operar las bombas. Y que el temporal interrumpe el fluido eléctrico y todo se paraliza.
Cuántas, tantas cosas que debemos aprender de la abundancia.
Bien se ha dicho que no hay desastres naturales, sino fenómenos naturales que los humanos convertimos en desastres.