¿Será posible hacer de Tabasco el nuevo "laboratorio" de las reformas sociales de la Cuarta Transformación? El "Gobierno del Pueblo" arranca con un bono democrático inédito con el que puede concretar, con gran legitimidad, los cambios jurídicos, políticos y sociales que amplíen los márgenes de la democracia participativa mexicana, para convertirse en un modelo local del cambio social nacional.
Durante su discurso de toma de posesión en la Plaza de Armas, Javier May se describió como "orgulloso heredero" de una serie de movimientos de resistencia entre los que incluyó la lucha contra los fraudes electorales y la resistencia civil contra los abusos de Pemex. El saldo de esas luchas no fue sólo un cambio de gobierno, sino uno de raíz: el despertar de la conciencia popular.
Casi al final de su arenga, pudo pasar inadvertido que el nuevo gobernador constitucional hizo una breve referencia a la Tercera Transformación en Tabasco, la Revolución Mexicana. En ella rindió homenaje a la memoria de los hombres y mujeres tabasqueños que se rebelaron contra la dictadura de Porfirio Díaz y que cayeron en la Batalla de Aldama, del 21 de abril de 1911.
No es casual que el gobernador originario de Comalcalco haya destacado la contribución de otro movimiento popular originado en la Chontalpa, el llamado Ejército Liberador Tabasqueño. Éste fue comandado por otro comalcalquense, el general Ignacio Gutiérrez Gómez, quien fue el primer tabasqueño en levantarse en armas contra el oprobioso régimen porfirista, en abril de 1910.
Esa revolución social de la Chontalpa se volvió un foco de contagio a nivel regional, sumando numerosas simpatías y adhesiones entre los pueblos tabasqueños, más allá de San Juan Bautista de Villahermosa, especialmente entre núcleos de inconformes veracruzanos en Acayucan y Alvarado, entre otras poblaciones.
Cabe recordar que en la mayoría de las haciendas del sureste de México se vivía un régimen de semi-esclavitud, incluyendo a las grandes propiedades agrícolas huleras, chicleras y cacaoteras. En ellas se transfería como parte de su capital humano, categoría acuñada por el neoliberalismo, a los trabajadores agrícolas en calidad de peones acasillados y, junto con ellos, a sus esposas e hijos.
En ese escenario de colonialismo exportador y colonialismo caciquil interno militarizado sobre el que se basó la economía del porfiriato, no era de extrañar que la llama de la rebeldía, a modo de guerra justa de resistencia, encontrara adeptos entre los sectores populares despojados y explotados que ya nada tenían por perder.
Sin embargo, fue un año más tarde, el 21 de abril de 1911, cuando fuerzas federales y rebeldes sostuvieron en el pueblo de Aldama, Comalcalco, la que ha sido reconocida como "una desigual batalla" en la que el general Gutiérrez, quien se había pronunciado por el Plan de San Luis, fue acribillado junto con varias decenas de militantes de la resistencia contra el porfirismo.
Por eso Javier May ha rendido homenaje discursivo a quienes en Tabasco lucharon en el pasado contra la esclavitud. Y al mismo tiempo se pronunció contra las nuevas formas de opresión: el racismo, el machismo y el clasismo, entre otras calamidades sociales basadas en la desigualdad social.
En la Revolución Mexicana ocurrió, finalmente, que cuando el movimiento constitucionalista encabezado por Venustiano Carranza se afianzó en el poder federal, y frente a las dificultades para reestablecer la gobernabilidad local, éste tomo una decisión definitiva para el estado: envió como jefe militar de Tabasco al general Francisco J. Múgica, en funciones de gobernador.
En doce meses, que duró su gobierno, Múgica logró materializar una agenda de reformas jurídicas, políticas y sociales que incluyeron el reparto de tierras a los trabajadores oprimidos en las haciendas, como sucedió en mayo de 1916 en Jonuta, acto impugnado legalmente por la empresa explotadora, la Compañía Agrícola Tabasqueña.
Tabasco fue el primer laboratorio de la Revolución Mexicana en el sureste, antes de la promulgación de la Constitución de 1917, y casi a la par del general Alvarado en Yucatán, el otro gran reformador social en la región.
Pero actualmente, cuando se habla de Tabasco como un "laboratorio" de México, viene a la memoria la obra de Carlos Martínez Assad "El laboratorio de la Revolución: el Tabasco garridista". Sin embargo, Javier May no se ha asumido como heredero del garridismo, sino del reformismo revolucionario de la Chontalpa que cristalizó en las reformas sociales de Múgica, prolongadas hasta Carlos Greene, movimientos basados en la resistencia legal y el cambio de la conciencia popular.
Por eso preguntamos, ¿podrá ser Tabasco un nuevo modelo de transformación social desde una nueva consciencia popular?
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Hoy damos la bienvenida a Juan Antonio Vega Báez, a quien agradecemos la confianza y su solidaridad con este proyecto periodístico. Vega Báez es Maestro en Estudios Latinoamericanos por la UNAM, docente en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales; fue Coordinador Académico de la Universidad Benito Juárez en Comalcalco, Tabasco.