Ha sido la justicia en nuestro país -y esto lo han sufrido en carne propia las y los mexicanos más pobres y vulnerables durante décadas- esclava del dinero, sierva de los gobernantes y políticos corruptos, cómplice de los criminales. Es el poder político, económico, mediático o criminal, siempre el poder, el que inclina la balanza de la justicia en México.
Forjó el viejo régimen autoritario, a su imagen y semejanza, al Poder Judicial. Para validarse y perpetuarse se valió de jueces, magistrados y ministros. Así como simulación era la democracia, simulación también se volvió la impartición de justicia. No escaparon los tribunales ni la Suprema Corte al efecto corrosivo de la corrupción y, cuando la justicia tiene precio, deja de ser justicia.
Muy sano hubiera sido que el propio Poder Judicial, que la Suprema Corte de Justicia, se miraran en el espejo y reconocieran su responsabilidad histórica en el proceso de descomposición, al que la corrupción, la impunidad y el autoritarismo, llevaron a nuestro país.
Como sucedió, en el viejo régimen a todas las instituciones del Estado, la corrupción penetró, se apoderó, pudrió al poder judicial. No podía ser de otra manera; para prevalecer, los corruptos que al servicio de la oligarquía nos gobernaban, necesitaban someter -y lo hicieron a punta de plata, privilegios y canonjías- a las y los responsables de impartir y administrar justicia.
Muy sano hubiera sido que, en el 2018 y ya liberados de la servidumbre forzosa al Poder Ejecutivo, las y los propios ministros -en lugar de atrincherarse en la defensa a ultranza de sus privilegios- emprendieran la tarea radical de saneamiento y reforma del Poder Judicial.
No lo hicieron. Le fallaron al país, a su pueblo y a su tiempo. Los cegaron la avaricia y la soberbia. Los sedujo el sentirse -influenciados por la derecha conservadora- capaces de interponer, usurpando funciones que no les corresponden, su poder de veto y desacelerar e incluso frenar de golpe la marcha de la transformación del país.
Tomaron así, ministras y ministros, partido por la reacción y volvieron a someterse al yugo del dinero. Porque por dinero y no por la justicia es que en realidad pelean las y los ministros desde el principio; por sus altísimos salarios y por los fideicomisos que les aseguran, solo a ellos y no 18/10/23, 13:04 Cuando la justicia tiene precio no es justicia a las y los trabajadores que se manifiestan, un escandaloso e indignante sistema de canonjías y privilegios.
A otra falsa cruzada en defensa de un poder del Estado al que nadie amenaza se lanzan las y los ministros de la mano con la derecha conservadora. Mentira que con el recorte de los 13 fideicomisos se afecte el funcionamiento del Poder Judicial, mentira que se toquen las pensiones de las y los jubilados, mentira que disminuyan los salarios y prestaciones de los trabajadores de base, mentira que quienes buscan justicia sufran las consecuencias de este recorte de prebendas a una camarilla.
Indignante que la Ministra Norma Piña y quienes la apoyan se finjan víctimas y mientan descaradamente. Indignante que, este país que quiere y necesita justicia pronta y verdadera, siga siendo rehén de una institución podrida hasta la médula, gobernada por un puñado de privilegiados que la vende y se vende al mejor postor.
Sin manotazos como el que dio Ernesto Zedillo para quitarse de encima a la Corte, en libertad, pacífica y democráticamente es preciso sanear, renovar, rescatar, y reformar al Poder Judicial. A las y los jueces, magistrados y ministros honestos y patriotas, que los hay y muchos, toca abrazar esta causa y ponerse, como han de hacer quienes por la democracia apuestan, en las manos y al servicio del pueblo.