Al hueso le salió carne, suele decirse en política cuando se amotinan los aspirantes a algún cargo público. A pesar de la austeridad republicana impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, sigue siendo atractivo un lugar en la nómina de las plazas de elección popular. Si el elector supiera que con su voto está garantizando al simpático(a) candidato(a) unos tres o seis años de bienestar.
Claro, no hay que generalizar, porque existen las excepciones –como aquella de José Mujica en Uruguay-, que ni por ser presidente de su país cambió su pequeña casa, su huerta de la que vendía el producto y su Volkswagen que adquirió con sacrificios. Eso fue en otro planeta, me dice un interlocutor a quien caracteriza la ironía.
Pero qué tiempos aquellos cuando el obradorismo y la oposición de izquierda tenían que buscar trabajosamente quien quisiera ser candidato para enfrentar a un todopoderoso PRI y un gobierno que controlaba todo el proceso electoral.
Ahora la brecha no sólo está abierta sino que se amplió tanto al grado de que sobran aspirantes...y llegan nuevos (de los antiguos) a disputar los espacios a los activistas del movimiento. Esto lo recordaba uno de los fundadores del Frente Democrático Nacional.
La pasarela de aspirantes por Morena inició. Más de una veintena de personas acudieron a la computadora para inscribirse en línea, ya sea a una diputación o a una alcaldía. Ni siquiera tienen que hacer las molestas filas. Con un "click" ya pueden aspirar a colocarse más allá de los simples mortales, de los ciudadanos de a pie.
Esperemos que ahora se cumpla aquel dicho: que el pueblo elija quién debe representarlo y repruebe a quién no. Sólo así el hueso tendrá carne pero para todos.