Una de las palabras con más resonancia mediática en los últimos meses es "plagio", quizá porque este sustantivo alude al proceder de mujeres y hombres públicos que han sido exhibidos por apropiarse ilícitamente de partes de obras ajenas y divulgarlas en sus trabajos académicos. Es una práctica a todas luces inmoral y no se puede eximir a quien la realiza, aun bajo el supuesto de inconsciencia, porque existen procedimientos para evitar esta falta cuando se busca reforzar un argumento propio con el de otra persona.
Según su definición etimológica, "plagio" proviene del vocablo latino "plagium", aplicado originalmente allá por el siglo III a. C. con el sentido de "usar al esclavo ajeno como si fuera propio". En nuestro tiempo podría decirse que se trata de un grotesco secuestro de ideas que es mucho más común de lo que pensamos, porque, al margen de la visibilidad que adquiere el problema por los señalamientos a ciertas figuras públicas, es difícil hallar entornos académicos donde no ocurra, en algunos casos con más desfachatez que en otros.
Hace poco la presidenta de la Universidad de Harvard, Claudine Gay, tomó la decisión de renunciar al cargo luego de ser acusada de plagiar en algunos de sus trabajos académicos. Dimitió por iniciativa propia ante la revelación de que copió frases de otros investigadores, con pequeños cambios de palabras o frases u ordenadas de modo diferente. No es menor cosa, tratándose de la presidenta de una de las universidades más prestigiadas del mundo.
En nuestro país se puso en el ojo del huracán a Ernestina Godoy, fiscal general de justicia de la Ciudad de México, por una denuncia de plagio de su tesis de licenciatura, apenas unos días antes del proceso de votación para su ratificación al frente de la dependencia (propósito que no logró). Recordará usted que los reflectores ya habían recaído por ese mismo motivo en Yasmín Esquivel, ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y hace algunos años pasó igual con el ex presidente Enrique Peña Nieto. Todo indica que la revisión escrupulosa de los trabajos académicos de personajes públicos se ha vuelto un terreno minado.
El problema, reitero, es que se trata de un acto deshonesto extendido en las instituciones educativas públicas y privadas al que se le ha dado poca atención, a no ser por las implicaciones que tiene en la carrera política de algunas personas. Ahí reside lo temible y espinoso del asunto, porque dejamos de combatir la raíz del vicio.
Es inadmisible que alguien que aspire a obtener un grado académico reproduzca fragmentos de libros sin la debida atribución a sus autores o citas textuales sin comillas ni referencias bibliográficas. Muchos docentes universitarios libramos una incesante batalla por corregir este tipo de errores de estilo que debilitan el peso argumental de una tesis. El problema es frecuente en el seno de un sistema educativo con maestros permisivos que, al parecer, confunden la inteligencia con la habilidad de repetir contenidos.
Hoy, más que hacer leña del árbol caído, sin que ello implique defender a nadie, si en verdad nos preocupa el tema deberíamos enfocar las discusiones, las críticas y desde luego las propuestas en darle a nuestro país un rumbo educativo distinto.
En el caso de la conducta plagiaria —infracción reprobable y merecedora de sanciones—, cabe reconocer que hay quienes la asumen deliberadamente y con conocimiento de causa, pero tal vez son los menos. Me atrevo a afirmar que la gran mayoría incurre en el error porque no aplica en el cuerpo de sus trabajos los formatos o técnicas de citación apropiados, debido a una deficiente enseñanza y un débil acompañamiento académico.
Recordemos que al final de cuentas mucho de lo que decimos viene del exterior, de los escritores que nos precedieron. En palabras de Daniel Cassany (Metáforas sospechosas, 2023), "sería ingenuo pensar que todo sucede en nuestra cabeza... todo lo que decimos es, de algún modo, repetido, recuperado, actualizado, reformulado. Somos una especie de pulpos con ocho apéndices que se apoderan de las ideas de los demás. Escribir implica redactar para otros, con otros". La clave está en saber referir las fuentes, en saber citar, en saber atribuir.
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