En los discursos ciberespaciales de nuestros días marcados por la "inteligencia artificial" parece imposible hablar de otros tipos de inteligencia porque suenan a choteo, pongamos por ejemplo la "inteligencia artesanal" o la "inteligencia recreativa".
Son inteligencias que están más cercanas a la intuición de pequeñas cosas útiles, la destreza manual, la improvisación de un gesto. Y tienen que ver con el regusto del recreo -sí, como en la escuela donde impera el ocio desbordado- y el conocimiento creativo. Es decir relacionadas con el cuerpo y la nadería, con el abandono del espacio y el tiempo que ocupamos pero al mismo tiempo ejerciendo la capacidad de fabulación y de juego, de divagaciones y di/versiones. De dar cavida al asombro.
Los filósofos le llaman a esto "paraísos temporales" porque tienen que ver con esa capacidad humana de huir de la rutina como cuando se hace fila en la caja para pagar la despensa y uno se imagina cerca del río asando las mojarras.
Michel Foucault le llamó Heterotopías y dice que una de sus características es la desacralización.
Las bibliotecas están lejos de ser los paraísos momentáneos en la ciudad, y los libros, son espacios sagrados que se marchitan en la estantería, sufren los estragos de la inundación o el vandalismo infructuoso.
Quizá en lugar de triturar toneladas de libros dañados las bibliotecas podrían aprovecharlos -no todos- motivando la "inteligencia recreativa" a través de la sustracción, adición y las sobresaturaciones gráficas: dibujo, grabado, manchado, sobre las hojas impresas de libros, revistas y periódicos.
Cada ciudad debería contar con un lugar donde llegar y encontrar revistas y libros "dañados", muchos lápices de colores, plumones, y un tallerista de artes visuales que oriente al navegante en su heterotopía. El objetivo no es enmarcar ni "hacer" arte, es ejercer el derecho al ocio, la inteligencia recreativa.