La elección del domingo pasado, sin lugar a dudas, es el segundo gran triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, aunque esta vez compartido con la Dra. Claudia Sheinbaum, y nos ofrece mucho qué pensar. Primero, porque logró poner el poder popular, el 70% de la población de menores niveles socioeconómicos, en el centro de la elección, como un partícipe predominante como nunca. Segundo, pudo disfrutar su acierto en escoger a la Dra. Sheinbaum como sucesora del proyecto de ambos: integrar ese 70% al quehacer nacional y no dejar ese último únicamente en manos del 30% de la parte superior de la pirámide socioeconómica, para que guiara los destinos de la Nación solamente a favor de sus propios intereses.
Tercero, mostró otra vez, si esto se requería ser mostrado de nuevo, que los partidos basados en las elites socioeconómicas nacionales, y respondiendo solamente a ellas, traen tantos vicios (humanos, políticos, económicos, sociales y culturales) que van directamente hacia su extinción en forma Darwiniana, ya que menos de la tercera parte de la población ve algo bueno en ellos. Y conforme avanza el proyecto del 70% hacia un México mucho mejor para todos, ese grupo está cada vez más alejado del poder democrático. Cada uno de estos tres puntos fueron profundizados y extendidos en la elección pasada. Veamos.
UN CAMBIO QUE NO QUIEREN VER
En cuanto al primer tema, el análisis superficial de la gestión de López Obrador asigna su popularidad a sus programas sociales, o sea, compra el electorado con dádivas disfrazadas de becas, pensiones, mejores sueldos, mejores empleos, casas, buena economía, etc., o sea una alianza transaccional entre López Obrador y sus seguidores. No lo quieren ver como una nivelación necesaria desde hace mucho tiempo y que fortalece a México en todo (Economía, Sociedad, Política y Cultura) mediante una mejor distribución de recursos y oportunidades para todos. Antes, el equipo nacional constaba de un niño con zapatos de oro, otros dos con zapatos importados, y el resto descalzo. Ahora, todos los antes descalzos alcanzan zapatos modestos, lo que mejora el rendimiento del equipo nacional, aparte de que se dignifica a las personas en el equipo.
Para mí, estos analistas se obstinan en no reconocer el fenómeno más importante y casi único en la historia nacional: llevar a las clases populares al poder presidencial, no solo en la persona y presencia del líder, sino con los programas que ellos quieren, y que en los países más desarrollados se consideran normales, pero en México estos analistas consideran excesivos para esa población no meritoria de esos beneficios. "A mí y a mi patrón nos dan menos que a estos inmerecidos", pensarían estos analistas. Y no solo ellos. También los accionistas de la prensa internacional que antes tenían mano libre ejerciendo el poder público de México.
No hay arreglo aquí. El arreglo, si es que hubiera alguno, estriba en enderezar la mente y la concepción de Nación de los analistas. Pero, eso no es posible, porque primero requiere que respeten a la verdad por encima de sus intereses, cosa que no ha ocurrido. Por ello, los autoengaños de los medios, de algunos (realmente pocos) "encuestadores", y de la candidata Xóchitl Gálvez misma con sus cuentos y fantasías diarias hasta el día de la elección. Todos ellos recibieron un muy merecido balde de agua fría para despertarse de su letargo mental y alinearse con la realidad nacional.
Además, todo el esquema de existencia de López Obrador, lo que hace, dice, gestiona, hasta su manera de pararse ante las cámaras, no arreglar su corbata, incómodo en el saco, pero feliz con su ropa mexicana. Todo revela lo que un mexicano común de ese 70% que trae el México profundo y auténtico, no superficial y espurio, haría en las mismas circunstancias. No se siente cómodo ante el poder si él no es un mexicano común, y si no está acompañado por el Pueblo Mexicano. El no venderse a esquemas ajenas es un pecado que estos analistas no perdonan.
Las elites y su 30% siguen la novedad mundial. Desprecian lo nacional por supuestamente obsoleto. Aquí están, pero no están a favor de los de aquí por encima de sus socios e ídolos extranjeros. Poco a poco, se pintan solitos en una esquina insostenible, y se aíslan de un proyecto nacional ("el Proyecto") que podría beneficiarse mucho de sus talentos económicos, financieros, organizacionales, tecnológicos, etc. Hubieran gustado descarrilar el Proyecto, pero no cuentan con la fuerza democrática, y, además, al no ser un aspirante más a esos recursos nacionales, como otros presidentes, López Obrador ha neutralizado esa oposición mediante la participación entusiasta de muchos de ellos con el Proyecto. Continuará. (El autor es Doctor en Economía, especialista en planeación y finanzas, colaborador de PRESENTE)