El jueves uno de diciembre tuve la oportunidad de fungir como moderador en la presentación de la conferencia del Dr. Joaquín González Ibáñez, Co-Director de Berg Institute de Otzenhausen, Alemania, y Madrid, España, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y actual Premio Nacional Malinalli 2022; disertación titulada "Derechos humanos Estado de Derecho y liderazgo público democrático. Introducción para una visión sofisticada de protección de derechos humanos".
En este marco, como proemio de dicha presentación, me permití disertar la siguiente reflexión que a continuación les comparto:
En los albores de la década de los treinta del siglo pasado, entre 1932 y 1933, J. Stalin, siendo Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, planeó un genocidio mediante la hambruna que dejó millones de muertos en Ucrania por sus intentos independentistas, episodio trágico en la historia que es conocido como "Holodomor", que literalmente significa "matar de hambre".
Una década más tarde, en 1941, el pueblo ucraniano volvió a sufrir los embates de la devastación cuando los nazis alemanes invadieron su territorio, sometiéndolos a un régimen en el que era considerados "sub-humanos"; testimonios que, como bien mencionaba nuestro conferencista, el Dr. Joaquín González Ibáñez, han sido plasmados en la obra de Curzio Malaparte, titulada Kaputt, vocablo alemán para referirse a aquello que está "destrozado" o "roto", un sentimiento de ruptura que pesa sobre las víctimas de violaciones a derechos humanos.
En nuestros días, Vladimir Putin, presidente de Rusia, hace una burda y criminal réplica del genocidio llevado a cabo tanto por Stalin como por Hitler, subyugando una vez más al pueblo ucraniano que la historia contemporánea le ha arrebatado su autodeterminación.
Y hago el anterior bosquejo histórico en razón de que, dentro de unos días se cumplirán 74 años desde que fue adoptada la Declaración Universal de los Derechos Humanos, inspirada en la reafirmación de los derechos fundamentales que hizo la Carta de las Naciones Unidas en 1945. Una aspiración que encontró sus bases en el anhelo de un "nunca más" cometer los atroces hechos del pasado, pero que hoy se repiten en un eco de injusticia para diferentes naciones, entre las que se encuentra el pueblo ucraniano.
Al respecto, debe recordarse que este hito histórico de reconocimiento de derechos humanos contemporáneo a nuestros tiempos fue el producto de un largo recorrido que emprendió la humanidad. Una semilla que germinó primero en Oriente en donde se tuvo desde la Antigüedad profundas aportaciones al desarrollo de la ciencia y al apuntalamiento de nuestro conocimiento, como en la Matemática, Medicina, Astronomía, entre otros campos del saber. Sabiduría que floreció con el tiempo en Occidente, en cuyo seno filosófico se forjó la idea de los derechos y libertades.
Un sendero en el que, a partir de muy concretamente el Siglo XX, comenzaron a gestarse importantes cambios y el reconocimiento de nuevos derechos, como lo hizo en su momento la Constitución Mexicana de 1917, que fue un paradigma internacional en la consignación de derechos sociales, abriendo así una puerta normativa durante la segunda posguerra mundial para la construcción de la noción de un Estado de Bienestar (...) (Compartido en las redes virtuales del autor)