Dos veces la acusé de mentir; ella, sorprendida en flagrancia, se quedó callada y fue incapaz -lo que la retrata de cuerpo entero- tanto de sostener las injurias que profirió en mi contra como de ofrecer disculpas.
Despojada de su disfraz, exhibida en su incongruencia, quedó, además, cuando no pudo responder una pregunta simple y directa que, a lo largo de los casi 20 minutos que duró nuestro "debate", le hice reiteradamente.
"Si te dices de izquierda, si estás a favor de los programas sociales de Andrés Manuel López Obrador, qué haces Xóchitl -le pregunté una y otra vez- con ese atajo de corruptos que han saqueado el país".
Que era una mentirosa, una simuladora, una figura inflada artificialmente por Claudio X González, para imponerla como candidata y repetir la "fórmula Fox" que les funciono en el 2000, le dije a Xóchitl Gálvez.
Me quedé corto; no le dije traficante de influencias, no le dije corrupta.
Y es que, cuando hace dos semanas, en el programa de Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula, esta mujer que "decidió ser indígena" -vaya impostura- pidió derecho de réplica, yo que la he considerado siempre un personaje estridente y menor de la política mexicana, no tenía información sobre sus 1,400 millones de pesos en contratos con entidades gubernamentales y privadas conseguidos al amparo del poder.
Muy otro hubiera sido el tono de nuestra discusión. Cometí un error que pretendo enmendar. La consideré un personaje inocuo; una especie de compañera de viaje, de "tonta útil" de la derecha conservadora.
Qué va; Xóchitl quien se finge ahora, que se exhiben sus corruptelas, víctima de persecución política, es la viva representación de ese régimen criminal que pretende volver por sus fueros.
No solo se codea con los corruptos, se fotografía muy sonriente con ellos y va a sus fiestas; tiene las mismas mañas.
No la "usan" o la "inflan"; es parte de esa misma cofradía, de ese club, de esa élite, los corruptos son sus iguales.
No usa el huipil como disfraz sino como coartada.
No es "otro Fox", como sostuve aquí mismo, es peor que él.
Ya pagamos, las y los mexicanos, con sangre la traición a la democracia de aquel ranchero que prometía matar a patadas a las tepocatas y sacar al PRI de Los Pinos.
Que Fox metiera las manos en el proceso electoral del 2006, que con Felipe Calderón se robara la presidencia, permitió a este último desatar la masacre.
De todo eso fue parte Xóchitl Gálvez; ni de sangre ni de corrupción -como ella pretende- están limpias sus manos.
A todo eso; a la violencia demencial del Estado, al autoritarismo, al sometimiento del gobierno de la República a una oligarquía rapaz, a vivir una democracia simulada quiere llevar de nuevo al país.
Por eso la han inflado, para eso la quieren imponer.
No es "miedo", como dicen los charlatanes que "construyen su imagen", el que su posible candidatura, provoca en quienes estamos por la Transformación de México; es indignación.
Indignación ante la forma tan descarada en la que miente, en la que traiciona al pueblo al que dice pertenecer.
A la "perseguidora implacable", a la que acusa sin pruebas, a la que calumnia impunemente, a la que como única respuesta ante las preguntas que se le hacen repite la misma retahíla de mentiras, a la "señora de las denuncias" hoy su propia historia de corrupción la persigue y esto es solo el principio.
Ahí están cada uno de los contratos, con las fechas, las instituciones y empresas con los que se firmaron, con los montos; ahí está la riqueza mal habida de quien dice haber sido una humilde vendedora.
La farsa se viene abajo. Como la botarga de dinosaurio con la que se disfrazó, Xóchitl Gálvez, servidora y cómplice del viejo régimen corrupto, tiene una cola larga que le pisen.