Como sabe el paciente lector, en colaboraciones anteriores, incluidas en la obra “México y su modelo de desarrollo”, el autor revisó críticamente de manera comparativa dos modelos históricos: el Imperial y el Democrático. Decía que el pueblo mostró en las urnas en 2018 su cansancio contra el Modelo Imperial. ¿Qué hacer para avanzar y profundizar comenzando por tocar el corazón de ese sistema, el poder público?
Prosigo con algunas propuestas y reflexiones:
No conozco de ningún país o región del Mundo Desarrollado que haya podido avanzar, mucho menos alcanzar a los países ya desarrollados con la Alternativa A que representa el Modelo Imperial. La eficiencia del poder público en todos los aspectos es fundamental para el desarrollo. El líder, o sea, el que va por adelante, no el que esté arriba, se equivoca si desea avanzar con un poder público caduco, no hace unas décadas, sino hace unos siglos. El problema principal no es de personas o de eventos, ni siquiera de políticas públicas, por muy importantes que sean, sino del modelo en el cual se encuentra inmersa nuestra nación.
Con las herramientas de ese poder público caduco para los propósitos de desarrollo, el Modelo Imperial no va a poder impulsar a nuestro país, estado o municipio hacia mejores condiciones de vida para todos. Su única opción consiste en saquear al erario o, cuando menos, dejar saquear al erario a otros y cobrar su participación por debajo de la mesa, como ocurre con varios de nuestros legisladores, periodistas y otros, aceitados (maiceados) por las finanzas públicas. Cuando el entonces Diputado Federal por Tabasco Gerardo Priego Tapia recibió un sobre adicional con sus “viáticos”, regresó el monto a las “autoridades”, acción que le costó una severa regañada del mismo presidente Felipe Calderón por tener la temeridad de ofenderlo rechazando su “regalo”. Destaca que los demás 499 diputados se quedaron con sus “viáticos”. Así, la honradez en nuestro país, cuando menos en las cúpulas recién pasadas, fue aproximadamente 1/500 = 0.2% de nuestros “dirigentes”. El 99.8% restante usualmente fue maiceado y contento de serlo.
Las posibilidades personales del gobernante y de su grupo en la Alternativa A (Modelo Imperial) son inmensas, por lo regular sólo ocurre una vez en sus vidas; están marcados de por vida por la experiencia, y la recuerdan muy bien posteriormente, exigiéndose el mismo trato cuando estaban en el poder. Por ello las lealtades son totalmente personales, no institucionales, y definitivamente no a la Nación, al Estado o al Municipio. El presupuesto y de hecho todo el Gobierno son del Gobernante, y se dice esa verdad cotidianamente: “el gobierno de Fulano”, o “el presupuesto del presidente/gobernador”.
Dentro de muy amplios límites, el gobernante se dispone del gobierno según su criterio incuestionable sin ninguna intervención del Pueblo, y con el apoyo total de su grupo de funcionarios, muchos convertidos o, cuando menos tentados a convertirse, en sus cómplices. La alternativa es un enfrentamiento con el gobernante con resultados terribles para el funcionario. El Poder se identifica con el gobernante, definitivamente no con el Pueblo. Por supuesto, de vez en cuando una persona sensata y sabia asciende al poder público y trata de eliminar esas prácticas, sin éxito para el futuro, ya que las bases del Modelo Imperial no se tocan.
En la Alternativa A (Modelo Imperial), el Gobernante hace gala de algunos eventos “públicos”: “su informe”, o sea una explosión espontánea de júbilo popular para escuchar los enormes avances que el Gobernante (y su digna señora), con esfuerzos titánicos, hayan obtenido para el pueblo inmerecido; dádivas provenientes del presupuesto público ( en una escenografía escalofriante tanto para el país empobrecido como para el Modelo Democrático), y sendas “comunicaciones sociales” que envían el mensaje de que todo va viento en popa. Todo aquello ante la presencia de un “representante del C. Presidente”, o sea con sumisión total al Modelo Imperial. Ni siquiera pueden nuestros gobernadores dirigirse a sus pueblos sin la vigilancia directa y el beneplácito del Modelo Imperial.
Pero, tenemos que apreciar nuestras ventajas pequeñas. Sobre esto en la siguiente colaboración. (EL AUTOR ES DOCTORADO EN ECONOMÍA POR LA UNIVERSIDAD DE PENNSYLVANIA, 1971. COLABORADOR DE DIARIO PRESENTE *Se han suprimido las referencias bibliográficas para agilizar la lectura, NE)