En nuestro comentario anterior abordamos, de manera muy somera, la ancestral desigualdad que ha existido en México hasta nuestros días. Señalamos la extrema e inhumana concentración de la riqueza en México en manos de unas cuantas familias: en ese rubro nuestro país se lleva las palmas.
Apuntamos que es necesaria, urgente, una política tributaria que permita una mejor distribución de la riqueza en nuestro país. Y lo consideramos así, no sólo motivados por hipócritas sentimientos humanistas o cristianos de amor al prójimo. Las razones son otras además: la primera es que esa concentración de la riqueza en diez familias, causa de 44 millones de mexicanos pobres y ocho millones y medio en pobreza extrema es, a su vez, la causa principal de la violencia en nuestro país, del peligro latente de un estallido social y de otras patologías sociales.
La segunda razón por la que conviene una reforma tributaria que permita una distribución más justa y equitativa de la riqueza me lleva a recordar necesariamente las oportunas palabras que dijo el ilustre economista francés Jacques Rueff en los días recientes de terminada la segunda guerra mundial. Este amigo era consejero económico del presidente Charles de Gaulle y dijo entonces: "es necesario prestar las canicas para poder seguir jugando". Y como resultado de esa guerra, ¿quién se había quedado con todas las canicas?
Antes de la segunda guerra, los Estados Unidos poseían el 33 por ciento de las reservas auríferas mundiales y el resto del mundo poseía el 77 por ciento. Después de la guerra, y debido a ella, los Estados Unidos se apropiaron del 75 por ciento de las reservas mundiales, o sea de las canicas, al convertirse en el centro industrial proveedor de los frentes de guerra, quedándoles al resto del mundo el restante 25 por ciento de las canicas. Es seguro que, al citado economista francés, la situación de la Europa de posguerra, le recordó al gandul del barrio que es un vago para jugar canicas y siempre que juega se queda con todas ellas. Pero al quedarse con todas las canicas ya no tiene con quien jugar pues al quedarse sin canicas los demás jugadores se acabó el juego.
Las medidas que aplicó Estados Unidos, gandul del mundo, para devolver las canicas y reconstruir a una Europa devastada por la guerra, fueron donaciones y préstamos con el Plan Marshall y las masivas inversiones que hicieron en Europa los grandes empresarios gringos y que aprovecharon la coyuntura de posguerra para apoderarse del viejo continente; de este proceso un prominente banquero alemán dijo: "...el ritmo al cual los empresarios estadounidenses se apoderan de las pequeñas compañías europeas es indecente". De este proceso, de penetración del capital gringo en Europa, el francés Servan Schreiber en 1967 escribió que: "La tercera potencia industrial del mundo, después de los Estados Unidos y la URSS, podría ser muy bien dentro de quince años, no ya Europa, sino la industria americana en Europa". Por ese proceso los gringos consolidaron su dominio sobre Europa, dominio que lograron con la OTAN en la que sus "socios" europeos son hoy sólo sus subordinados.
Pero volvamos con el gandul del barrio y el juego de las canicas: en el hecho de quedarse con todas las canicas y no tener ya con quien jugar como sucede en México con Carlos Slim, Larrea y demás multimillonarios, encontramos en ello el meollo de las crisis económicas, derivadas en crisis políticas y sociales que vive el mundo actual. La causa de esas crisis no es la falta de dinero; por el contrario, hay exceso dinero pero en pocas manos: el resto de la población no tiene ni para comer, entonces esta gente jodida no hace mercado: tiene hambre, necesita ropa, medicinas y otras cosas, pero no tiene con que comprar. Y esa gente fregada no les sirve para nada a los empresarios multimillonarios que sólo tiene como meta la tasa de ganancia, dinero y más dinero que es hoy el dios del mundo. A los empresarios no les interesa que la gente se muera de hambre o ande con harapos por las calles.
Si los empresarios mexicanos tuvieran una visión histórica y a futuro y no fueran tan brutos como Vicente Fox, harían lo que hacen los empresarios de los países escandinavos, nórdicos, como Finlandia, Dinamarca, Suecia y Noruega; y también Austria, Japón, Bélgica, Israel y Eslovenia: devolver las canicas para que siga el juego y lograr una sociedad sana y sin violencia. Y para ello pagan tributos al fisco con altas tasas de impuestos, entre 55 a 60 por ciento sobre los ingresos personales. Lo contrario sucede en México: de un estudio realizado por la Tax Foundation sobre 41 países, donde los que más ganan pagan más impuestos, México ocupa el penúltimo lugar, el número 40.
En los países donde la recaudación tributaria es alta, no hay pobreza, sus empresarios ricos no aparecen en la revista Forbes como Carlos Slim y Larrea en México, ni sus gobernantes se roban el dinero del presupuesto público, ni condonan de impuestos a los amigos de Carlos Salinas y de Claudio X González, como lo hacían los prianistas.
Entonces, con una verdadera reforma fiscal en México, donde los millonarios paguen más impuestos, se matan varios pájaros de un tiro: se fortalece el mercado interno y no estar tan subordinados al mercado externo; se incentivan las inversiones pues los empresarios tendrán a quien venderle; se abaten las patologías sociales derivadas de la pobreza, se mantienen sanas las finanzas públicas sin recurrir a deuda, se mantienen lejos las crisis económicas y se garantiza la estabilidad política y social en el país. Conclusión: visto desde todos los ángulos, un reparto más equitativo de la riqueza le conviene, sin duda, a nuestra economía. Ojalá el ungido por MORENA lea estas reflexiones.