¡Prensa amarillista!”, exclamó el otro día un amigo. Lo dijo tras revisar en las noticias el reporte de más de 3 mil casos positivos a coronavirus en Tabasco. En honor a la verdad, concordé con él en que hay medios que sí, han manejado todo lo relacionado con la pandemia de forma muy amarillista; lo que sí le aclaré es que nadie está inflando los números: son datos oficiales de las autoridades sanitarias. Seguro hasta se quedan cortos: hay muchas personas con síntomas leves que no van a realizarse las pruebas y siguen su vida con normalidad, y tantos otros o más que son asintomáticos.
La realidad es que la quinta ola de coronavirus golpea a Tabasco, donde afortunadamente los estragos no son mayores gracias a la respuesta masiva de los ciudadanos a las jornadas de vacunación. Sí, los contagios se cuentan por miles y en los hospitales han incrementado el número de pacientes que requieren atención por COVID. Lo bueno es que, gracias a la protección de las vacunas, las cifras de mortalidad son muy menores respecto de las que golpearon el año pasado, aunque también tienen un aumento.
Es inútil negarlo: en los días pasados la pandemia trastocó de nueva cuenta la vida cotidiana de todos. Otra vez hemos tenido que usar el cubrebocas de forma obligatoria en lugares cerrados. Hay que buscar los que teníamos, recordar constantemente llevar uno, tener el de repuesto por si lo perdemos o se nos olvida. De pronto, de nuevo hay casos positivos entre nuestros conocidos, familiares, amigos. Son días en los que parece que en todos lados alguien tose o estornuda, nos decimos “¡salud!” amablemente y continuamos en lo que hacíamos, aferrados a no ceder la normalidad que nos fue tanto tiempo arrebatada. Acaso alguno pensará “ojalá que no sea covid”, sin embargo, en esos episodios -propios y ajenos-, la mayoría prefiere creer que es una simple alergia o algo, cualquier cosa, menos el coronavirus.
No obstante, las cifras oficiales registran alzas contundentes: la semana pasada el número de contagios en México tuvo un pico de más de 37 mil 346 en un día, cuando el récord más alto registrado en la pandemia, en enero pasado, fue de más de 60 mil 552. Entonces, se reportó la tasa de positivos más alta, pues en la tercera semana de este año el 69% de quienes se hicieron una prueba confirmaron que tenían COVID. La semana pasada ese mismo indicador estuvo en el 66%.
A pesar de todo, podemos seguir así, sin la necesidad de volver a cerrar diversas fuentes de empleo con un confinamiento más estricto gracias a que la mortalidad ha bajado. Sin embargo, tendríamos que ser más responsables en los diversos ámbitos para mitigar los efectos de la ola. La mayoría disimula los síntomas o de plano los ignora cuando son muy leves, ante la necesidad de trabajar cada día para sostener a la familia. Y también han patrones mantienen a sus trabajadores en actividades a pesar del contagio. Esto ha provocado que las hospitalizaciones vayan al alza.
Decesos por coronavirus hay, otra vez. Comparados con los que tuvimos antes parecen pocos, pero cada uno es una desgracia para las familias. La mayoría se trata de personas que por escepticismo no se vacunaron, o que se contagiaron más de una vez y acumularon en sus cuerpos los estragos del virus. Para evitar que el coronavirus llegue a personas que están desprotegidas, o bien, que por diversas razones son propensos a padecer complicaciones, es necesario hacer un esfuerzo colectivo para no relajar la disciplina.
Habrá que recordar lavarnos las manos con la intensidad y frecuencia con que se nos ha pedido desde 2020. Disfrutar con moderación las libertades y oportunidades que, muy a pesar de COVID-19, todavía tenemos: el cine, los restaurantes, las reuniones y compras.
Desde luego que no se trata de ser amarillistas o de vivir constantemente con un temor irracional a los contagios. Se trata de ser responsables entre todos para para proteger a los más vulnerables de entre el rebaño, mientras continuamos luchando por salir adelante, porque desafortunadamente la pandemia todavía no termina.