Desde hace varias semanas he leído con sorpresa el ocurrente alboroto que algunas personas de Yucatán han creado en contra de la escultura de Poseidón, dios de los mares en la mitología griega, montada en el puerto de Progreso. Se trata, como era de esperarse, de una broma mediática asociada a las coyunturales inundaciones que han sufrido importantes avenidas de la ciudad de Mérida y otras poblaciones de la bella entidad peninsular. No obstante, con el paso de los días, el tono de broma ha transitado a teorías insólitas y molestia por parte de pobladores que, en redes sociales, culpan de los fenómenos meteorológicos a esta mítica figura marina.
Me pregunté si valdría la pena dedicarle un espacio de reflexión a este saleroso asunto, sobre todo cuando hay quienes afirman que la causa de los azotes de tormentas tropicales y huracanes es la ira de Chaac, el dios maya del agua y la lluvia, enfurecido por la osadía de haber construido e instalado una gran efigie de Poseidón.
El cariz humorístico de la controversia cobró tintes de indignación entre usuarios de redes sociales que empezaron a discutir sobre la idea de organizar un movimiento para destruir la estatua de tres metros. A pocas horas de la incitación, y dadas las razonables críticas negativas que trajo consigo la iniciativa, el promotor decidió eliminarla del espacio virtual, pero evidenció que el divertido "chistecito" atrajo la atención de más de 35 mil personas y la cobertura de varios medios de comunicación. Tan es así que usted está leyendo ahora mismo sobre este caso, a todas luces baladí, trivial, insustancial.
En términos más serios, lo interesante del alboroto es que permite reflexionar sobre la forma en que se puede alterar el comportamiento humano a partir del uso de una falacia. Vayamos por partes: generalmente, cuando una persona emplea la palabra falacia, lo hace con la intención de referirse a alguna mentira o falsedad. "Eso es una falacia", se suele decir para significar que algo que se ha dicho no es cierto. Sin ningún intento de polemizar, este uso de la palabra es técnicamente inexacto (aunque el Diccionario de la Lengua Española lo dé por aceptado al definir la palabra "falacia" como "engaño, fraude o mentira"). En el campo de la lógica, una falacia es un argumento incorrecto, pero aparentemente persuasivo.
Como no se trata de convertir este breve espacio en una clase de argumentación, sugiero leer a Aristóteles en sus "Refutaciones sofísticas", texto en donde realiza un análisis sistemático del tema. El punto es que hay muchos tipos de falacias, y en el polémico y hasta entretenido asunto de la lucha de poderes entre Chaac y Poseidón se impone la falacia denominada "ad ignoratiam" (por la ignorancia), puesto que quienes la aceptan carecen de información y conocimientos, o simplemente asumen que la proposición es verdadera porque no se ha probado su falsedad.
Estoy seguro de que el ruido en torno al maleficio de Poseidón lo causó alguien sin interés de probar alguna hipótesis lógica, como cuando —la noche de Halloween de 1938— ocurrió la polémica dramatización radiofónica basada en la novela "La guerra de los mundos" (1898), de Orson Wells, que anunciaba el arribo de los extraterrestres, lo que provocó que miles de personas entraran en pánico y salieran a las calles convencidas de que el mundo estaba siendo invadido por ejércitos alienígenas. Creí que algo así sería difícil hasta de imaginar en nuestro tiempo, pero ya veo que no; sin duda, en los medios de comunicación y las redes sociales la línea entre ficción y realidad llega a ser tan fina, tan delgada, que corre el riesgo de desdibujarse.
Toda vez que el uso de la falacia "ad ignoratiam" no se basa en el conocimiento, sino en la falta del mismo, el gracioso rumor que atribuye a Poseidón los males meteorológicos en la península mexicana confirma que buena parte de la sociedad puede ser envuelta en espirales de creencias y teorías inverosímiles, por lo tanto, susceptible de fácil manipulación.
Por cierto, en la mitología griega Poseidón tiene atributos benignos y suele ofrecer mares en calma. En Villahermosa tenemos a Neptuno, su equivalente en versión romana. La fuente en su honor se ubica en el parque Manuel Mestre Ghigliazza, cerca de la avenida Paseo Tabasco. Espero que, con la temporada de lluvias que se aproxima, este espacio público no sea objeto de plantones.
Ya en plan serio: la única deidad a la que tenemos que rendir ofrenda es a nuestra conciencia, para no tirar basura en las calles ni en los drenes; así, contribuimos a evitar que se agudicen los problemas de encharcamientos y anegaciones. Hasta Chaac y Poseidón lo agradecerán.