INICIO HOY AGRADECIDO con la existencia, por esta que tengo. Y escucho una canción en voz de José José. Y letra de Mauricio González De la Garza: "Fui un náufrago de mí/ Nocturno de dolor/ Angustia, polvo y nada/ Soy... soy aquel que se perdió/ Buscando la razón/ Del alma y las estrellas.../ Soy aquel dolor de ser/ Por ti, vuelto a nacer/ Soy polvo enamorado.../
LA VIDA NO TIENE un fin específico. La existencia humana no tiene un fin específico, más que vivirla. Mi modesta y humilde opinión. Y a veces le agregan, con plenitud. Y motivarnos a ser felices. Y buscar la felicidad. Solo que la dificultad estriba en que el concepto de felicidad varía de una a otra persona.
LOS MÁS NOS CARGAMOS de responsabilidad con la idea de que el día debe ser de provecho, aunque no sabemos para qué o de provecho para quien. Y así nos disponemos a hacer algo, lista de tres o cuatro cosas que al final del día, digamos: misión cumplida. Algunas de esas actividades son leer un libro, cortar leña o hacer la revolución. O todas ellas. Digo algunas, porque la lista es larga. Cada quien la hace a su modo de proceder con el día.
Y ASÍ SE PASAN nuestros días, y nuestros años. Retorciéndonos porque no logramos la felicidad completa. O a esos momentos de felicidad le llegan momentos de tristeza. Nos llenan las preocupaciones. Y al final de la jornada, cualquiera que sea esta (Día, fin de semana, fin de año) nos sentimos insatisfechos con alto grado.
ANOCHE ANTES DE CERRAR la puerta que da acceso afuera o adentro de la casa vi al nopalito pequeño que tengo en una cáscara de coco. Su tierra seca. Y me acordé de las palabras de mi madre: "si tú tienes sed, tú te puedes mover y buscar agua para saciarte. Pero las plantas no. Hay que ponerles". Eso lo escuchaba de niño. Y me regresé a por agua para ponerle.
POR ESO DE VEZ en cuando no hay que hacer nada. O más bien valorar que no hacer nada es hacer también. Darle descanso a la vida, Macarena. Que la vida con descanso es también cosa buena. Dejar de lado las obligaciones con redundancia obligadas. Dejar de lado las autoobligaciones que nos hacemos. Y simplemente mirar el amanecer, el caminar de las hormigas, el paso de los niños con sus madres a la escuela, el ver patear balones en el campo. Y cosas así.
NO HACER NADA no conlleva responsabilidad. No conlleva cargar lozas en la conciencia con el autoflagelo que hoy no hice nada, se me fue el día, se me va la vida de manera inútil. Ni melindres por el estilo. No. Simplemente dedicarnos a contemplar la sutil sonrisa del destino, embriagarnos con la imagen de la flor y el colibrí, extasiarnos con el movimiento de los cuerpos al pasar frente a ti, sentir el viento en el rostro como una caricia natural. Y cosillas así. Y costillas asadas así.
SUPONIENDO DE LA EXISTENCIA de un ser supremo que escribió los destinos de cada quien, digo suponiendo, me pregunto: ¿acaso la esencia son las prisas, generar plusvalía para los otros, venderle la vida al diablo para estar aparentemente mejor, andar en tres trabajos en el día para completar y alcance el salario? Digo, es un decir. Hay más preguntas al respecto. Pero con esas basta por ahora. El reloj, sus manecillas tiranas. El caos vial. El retumbar de amortiguadores en los millones de baches y topes. Y más. ¡Válgame Doña Leonor, las cosas están muy caras! (Doña Leonor, así le decía yo a mi madre).
LLEGANDO ENTONCES a una conclusión: No hacer nada es hacer también. Y es hacer de lo mejor, solo contemplar el fluir de la vida en sus distintas manifestaciones. Y reflexionar o no. El resultado sea el mismo: valorar la existencia humana dentro de un cosmos. Con la seguridad de que somos materia, energía, materia. Y qué importa nuestro nombre (Carlos, Antonio, Luis) por las tareas de sociedad que requieren identificación de quién hace qué. Pero que más allá esa identificación es secundaria. Lo esencial es la materia, el polvo enamorado, diría Quevedo.
YO QUE DE ESOS abrojos subsistía, queriendo la vida, haciendo gala, del hacer, decía. Como tarea de suma, luego comprendí, que es al fin vana. Y en ese desesperado hacer, la tarde se iba, y con ella el día. Y por tanto para hacer el día no alcanzaba.Y quedaba en mí, cono pesar el poco hacer, o concediendo, nada, por supuesto no me satisfacía. Y llegaba la noche y yo aterido en ese reclamarme a mí mismo, por la vida vana. Hasta que un día, palabras de Luis Porter encontreme. Y en ellas a la nada hacer le dio el sentido de que un no hacer también valía. Y aquí ando en esas reflexiones. Pero las dejo de hacer para meterme de lleno en no hacer nada. Que la vida es única, al fin. Y como todo es relativo, poco, nada o mucho, es asimismo, cosecha al fin de la jornada. Somos de amor parte del cosmos. Somos mucho y a la vez nada.
NADA. HACER NADA. Bueno hagamos algo. Leamos el famoso soneto de Quevedo: Cerrar podrá mis ojos la postrera/ sombra, que me llevare el blanco día;/ y podrá desatar esta alma mía/ hora, a su afán ansioso lisonjera; / mas no de esotra parte en la ribera/ dejará la memoria en donde ardía;/ nadar sabe mi llama la agua fría,/ y perder el respeto a ley severa:/ Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,/ venas que humor a tanto fuego han dado, / medulas que han/ gloriosamente ardido,/ su cuerpo dejarán, no su cuidado;/ serán ceniza, más tendrán sentido./ Polvo serán, más polvo enamorado.