A la Presidencia de la República de Andrés Manuel López Obrador le queda exactamente un año de gestión sexenal, entre este 1 de octubre de este 2023 y el 30 de septiembre de 2024, con sus claros y oscuros; en el contexto del Régimen autoproclamado de una «Cuarta Transformación pacífica y ordenada, pero al mismo tiempo profunda y radical, porque se acabará con la corrupción y con la impunidad que impiden el renacimiento de México».
El Jefe del Estado Mexicano, cuando protestó al cargo el 1 de diciembre de 2018, comprometió en sus propias palabras: «Ahora, nosotros queremos convertir la honestidad y la fraternidad en forma de vida y de gobierno. No se trata de un asunto retórico o propagandístico».
La actual gestión presidencial no ha estado exenta de los desafíos que en sus tiempos y circunstancias se le presentan el proceso de transitar hacia la realidad actual, en medio de la controversia entre afines y adversarios respecto de su impacto en el desarrollo social, la prosperidad de 126 millones 014 mil 024 residentes en país a marzo de 2020, datos del Censo de Población y Vivienda del INEGI.
En su dicho será la historia que se encargará de juzgarle los alcances de la transformación del país en pro del bienestar, al cabo de los 5 años y 10 meses que se redujo del sexenio por única ocasión, con el propósito de acotar el período entre la elección y la asunción al mando gubernamental, por la reforma constitucional político electoral de 2014.
Aunque serán también los 96 millones 892 mil 331 electores inscritos en el Listado Nominal del INE con corte al 14 de septiembre, quienes le refrendarán o no su conformidad con la «Cuarta Transformación», teniendo como su derecho político el ejercicio libre a votar para renovar en por voluntad a sus Autoridades de Gobierno el 2 de junio de 2024, en exactos 250 días.
En el balance el elector determinará el sentido del voto en sentido u otro, que representará la confirmación por haber concreado en la sociedad el «renacimiento de México», sustentado en la transformación pacífica y ordenada; además de profunda y radical, sin la ancestral herencia de corrupción e impunidad.
La voluntad popular validará si hubo o no la conversión a la honestidad y la fraternidad en forma de vida y haber dignificado el ejercicio de la gobernanza desde la Presidencia de la República.
El acto constitucional republicano y democrático de renovación periódica del Ejecutivo Federal se reflejará con el resultado del voto mayoritario en lo inmediato la congruencia del cumplimiento de los 100 compromisos esenciales enunciados en la plancha del zócalo de la Ciudad de México, ante una multitud que le vitoreó; habida cuenta que el 1 de julio de 2018 obtuvo una inobjetable legalidad del 53.19 de los electores que le confiaron la reiterada demanda de desarrollo social.
Que hayan votado 30 millones 113 mil 483 electores por Andrés Manuel López Obrador para Presidente de México sobre un sistema de partidos políticos y candidaturas no es menor, al agotar la tolerancia ante el incumplimiento de responder a las demandas colectivas.
El último año de gestión presidencial del Régimen «Cuarta Transformación» está obligado a consolidarse en armonía de las diferentes piezas que configuran el Gabinete Legal y Ampliado del Ejecutivo Federal, Secretarías y Direcciones, que con el natural cambio de fichas, inherente a las aspiraciones por escalar en la función pública de quienes dieron el paso al costado.
A nadie le queda duda de la popularidad de la actual figura presidencial que en la transversalidad del tiempo se ha sostenido en 60 por ciento, un promedio por arriba de la eficiencia de la administración pública y los resultados que en lo individual y colectivo tienen.
El legado de la «Cuarta Transformación» cifrado en políticas públicas estructuradas de impacto social, en programas sectoriales y de infraestructura deben tener una conclusión en armonía con las prioridades que hagan sentido con el desarrollo entre el colectivo de un país urgido de justicia social.
Nadie ha dicho que gobernanza a los Estados Unidos Mexicanos sea un lecho de rosas, entendiendo que hasta las rosas traen consigo las espinas. No cualquiera puede ceñirse la banda presidencial.
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