Ganará la elección presidencial de México la candidatura que tenga la inteligencia en el andamiaje de su plan estratégico, con la consideración de no incurrir en los resbalones por el inadecuado el enfoque de su comunicación política, con el ancla del lenguaje verbal y corporal, además de la propaganda en medios convencionales y redes sociales. Las votaciones del 2 de junio de 2024 le favorecerán a quien competitivamente sea asertiva.
Se equivoca más de uno acuñado en el priismo del Siglo XX que acentúa que está resuelto el constitucional relevo del Poder Ejecutivo Federal por la dominancia actual de 22 gubernaturas propias afines a una de las candidaturas, aun cuando la certidumbre transitó abruptamente a la incertidumbre ahora sí hay «Tiro» en la oposición que le no tenía en su consideración, aunque de no poseer el arrastre de organizaciones civiles en otras circunstancias no la habrían dejado pasar.
Ni una ni otra candidatura en la puja por la investidura del Poder Ejecutivo disputado históricamente entre mujeres tiene garantizado alzarse con la constancia que otorga el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, luego de desahogar impugnaciones y realizar el cómputo de resultados oficiales.
Ni Claudia Sheinbaum puede permitirse cantar un triunfo electoral que todavía tiene que trabajar con identidad propia, teniendo enfrente a Xóchitl Gálvez a quien considero con empatía entre el colectivo social. Ambas se conocen mutuamente, una más que la otra. Bajo este paraguas ninguna puede confiarse.
En el encuadre de la «Calidad de la Democracia» por lo que compete a las coaliciones y sus candidaturas tendría que privar en el romanticismo el juego limpio, competir cada una con sus respectivos argumentos en la retórica de los compromisos inscritos en la Plataforma previamente a entregar ante el Árbitro Electoral.
Sin embargo, uno es el escenario de convocatoria a la civilidad que dicta la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales y otras son las acciones contrarias al calor de la competencia y la ambición, nada que ver con la aspiración por ganarse la preferencia del votante que en voluntad popular decidirá el 2 de junio de 2024.
Sería un error pretender mostrar una imagen que no conecta con su personalidad ni hace sentido con los potenciales electores, quienes con claridad aprendieron a gestarse un criterio.
Por qué hacer campaña denostando a la oposición cuando avasallados por la intempestiva incertidumbre y nerviosismo pierden el objetivo que les debe ocupar, priorizar su propia campaña, su hoja de ruta hacia el propósito de alzarse con la victoria sustentada en mostrar la capacidad para procesar las asimetrías socioeconómicas de un país como el mexicano para eventualmente implementar las políticas públicas estructurales que transiten de las carencias a un estatus de desarrollo social.
Lo propio vale para la oposición que tiene el peso de la historia reciente y pasada del PRI, PAN y PRD.
El tono de la competencia no tendría por qué ser distinto ni enturbiarse entendido que ambas mujeres candidatas se distinguen por un alto coeficiente intelectual en su respectivo ámbito de injerencia profesional; una forjada en como científicas físicas otra que tiene las matemáticas como su fortaleza como base de la informática.
Debe prevalecer la razón, la civilidad, por sobre la sinrazón, que en la dicotomía una conduce al sendero de ser receptivos y sensibles a las asimetrías del desarrollo social que en los deciles de la economía segmenta el estatus el bienestar entre los 126 millones 014 mil 024 mexicanos que a marzo de 2020 aquí cohabitan, y la otra vereda no halla más que el eco de la división, el encono y no de la suma entre mexicanos que justo anhelan y aspiran escalar en el horizonte de prosperidad.
La sensatez sobre el entramado de una campaña electoral autocrítica contribuye a robustecer la legalidad sinónimo de legitimidad de la candidatura que resulte favorecida entre las mujeres que aspiran a la Presidencia de México. En la democracia tendrá y deberá arraigarse una inédita gobernanza luego de 200 años de un patriarcado que difícilmente concilió al interior de sus afines y al exterior con los adversarios.
El asunto no es menor cuando en el país se eligen a los Poderes de la Unión, Presidencia de la República y Congresistas, Senadurías y Diputaciones Federales; 9 Gubernaturas; además de que las 32 entidades votarán por alcaldías y/o legislaturas. En total 20 mil 064 cargos.
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