Muchacha:
Son las tres de esta mañana y es diciembre, hace algo de frío, y ya sabes que el frío aquí, congela todas las cosas.
No sé cuántas veces me negué a escribirte esta carta para decirte que te quiero, porque eso ya lo sabes, como sabes también que de pronto hay seres que llegan a tu vida para iluminarte, que siempre están ahí como una hermosa flor de luz en los momentos más oscuros.
Te escribo porque quizás hay cosas que no sepas del todo, como que he tenido noches muy largas donde lo único que ha podido salvarme del hundimiento total, ha sido recordar lo feliz que he sido al mirarte, que tu grata compañía me ha dado tantos momentos de insondable gozo, que ha hecho de esos pequeños instantes grandes recuerdos para mí.
También, no te creas, he tenido días muy cortos, en que me pongo a pensar en la felicidad, y de tanto pensar en ella, pienso también en la fortuna, en el hombre digno que pueda apreciar en la oscuridad de los cines el perfil de tu rostro, tu risa al natural o la clandestinidad de tus lágrimas.
Quisieras ser ese hombre afortunado al que la oscuridad no le niegue la ternura de tus manos, o el gesto amoroso o triste de su cabeza cansada sobre la desnudez de tu hombro, el hombre que pueda preguntar por su futuro, y que Dios, la vida o el universo, te ponga en su camino como respuesta.
Siempre serás esa mujer luminosa en los ojos correctos. Espero que cuando leas estás palabras recuerdes que te pienso y que siempre deseo que estés donde estés, estés a salvo, estés feliz.
Querida, no olvides que pase lo que pase, estemos donde estemos, tú habitas mi corazón.