Pero qué necesidad, diría el divo de Juárez, el inolvidable Juan Gabriel.
Viene a cuento lo anterior ante la turbulencia que algunos hoy no quieren ver, pero que es la realidad, generada con motivo del análisis, discusión y aprobación de la llamada "Reforma del poder judicial".
Turbulencia al final de un sexenio e inicio de otro, que la verdad, por más bonito que se quieran explicar las cosas, uno no alcanza a comprender porque, si como se ha dicho en algunos sectores, dicha reforma es, a decir de los expertos en la materia, de gran trascendencia, particularmente no sólo porque tiene que ver con lo que propiamente es una restructuración del Poder Judicial, sino porque una parte de la misma, contiene la determinación de anular de tajo un aspecto que mal que bien se había ido consolidando, aun con sus asegunes, la profesionalización de la carrera judicial, vía elegida para que una persona pueda ser electa Magistrado de Circuito o Juez de Distrito.
Porque déjeme decirle lector querido que eso es en el fondo, la parte medular de la reforma.
Eso es lo que ha generado turbulencias y desacuerdos que los impulsores de la citada legislación y quienes la aprobaron no han querido entender, tal vez por estar ensoberbecidos al contar --según se ha dicho--- con la aprobación mayoritaria de la ciudadanía.
No lo quieren entender ni lo entenderán jamás porque evidentemente ya quedó claro que el asunto nada tiene que ver con lo técnico, es netamente un asunto político.
Total, igual que en el pasado, ya más adelante, según vayan surgiendo los problemas, se promoverán reformas o modificaciones a las leyes y habrá que recurrir a los expertos en Derecho --porque se van a necesitar-- aunque hoy estén catalogados todos, sin distinción, como corruptos y al decir de la ministra del pueblo Lenia Batres, ya no sean necesarios sus servicios porque cualquiera puede hacer un escrito de demanda.
Hoy los aplaudidores de la reforma, en su euforia, para nada reparan en que, esa parte de la misma que hace a un lado la carrera judicial, para sustituirla por el método de la elección mediante voto popular, debió someterse a una revisión exhaustiva y no subestimarla, no arrojarla al cesto de la basura.
Si el objetivo genuino de la reforma era acercar la justicia al pueblo, en la práctica se verá la realidad de las consecuencias que sobrevendrán en tanto se echa andar el método ahora propuesto para elegir a magistrados y jueces mediante voto popular.
Algo que también vale la pena reflexionar, tras la aprobación de esta reforma judicial, es que no se trata como algunos dicen de tenerle o no miedo a ese método; no, de lo que se trata es si como se dice es la mejor manera para democratizar la justicia, porqué prácticamente en todo el mundo, excepto si mal no recuerdo, en Bolivia, hoy no ha sido implantado.
Y no nos referiremos al caso de algún Estado de la Unión Americana, donde al parecer ocurre algo similar, aunque los conocedores dicen se trata de jurados que no es lo mismo que se propone en la reforma.
Que era necesaria la reforma, es cierto, nadie lo discute. En ese aspecto una buena parte de la ciudadanía lo admite, pero realizar la parte importante del proceso para su aprobación, sin dar tiempo a que los diputados federales y senadores revisarán a conciencia el contenido de dicha reforma, al haberlo hecho como se hizo en fast track en 10 días, es un mal augurio.
Y más cuando dicho proceso se hizo en medio de la descalificación a todas las expresiones de quienes solicitaban el tiempo necesario para analizarla y poder votarla; incluso trasciende que algunos legisladores dijeron, que si bien la habían leído, posiblemente, los miembros de la anterior legislación, pero no muchos de la nueva legislatura.
Seguramente, la Presidenta Electa, Claudia Sheinbaum Pardo, habrá tomado nota del asunto pues, como se sabe, ella será --a partir del próximo 1 de octubre— quien tendrá la responsabilidad de conducir el gobierno federal y actuar en consecuencia en la construcción de este gran país.
Aunque, dicho sea de paso, hay quienes a estas alturas creen que que no había necesidad de que se diera tanta turbulencia en el contexto de la transición presidencial que hoy vive México.
En conclusión, el tiempo pondrá las cosas en su lugar...por el momento, solo resta decir, como el divo de Juárez: Pero qué necesidad....! (altar_mayor@yahoo.com.mx)