EN ESTA SEGUNDA PARTE EL AUTOR CONCLUYE LA INVITACIÓN LEER Los Ensayos de Michelle de Montaigne (1580), EN PARTICULAR EL QUE SE TITULA DE LA EXPERIENCIA Y ES CONSIDERADO UNA OBRA MAESTRA EN CUANTO A COMPRENSIÓN DE LA VIDA EN LA ETAPA DEL OCASO. EL FINAL DEL AÑO PUEDE SER OCASIÓN PROPICIA PARA LA REFLEXIÓN.
NOSOTROS Y NUESTRAS LIMITACIONES
Montaigne y lo mejor de su ensayo: la experiencia como conocimiento de nosotros mismos y nuestras limitaciones. Otra cita larga es imprescindible:
"Mejor preferiría entenderme bien conmigo mismo que no con Cicerón. (...) Quien ingiere en su memoria el exceso de su cólera pasada y hasta dónde esta fiebre lo llevó, ve toda la fealdad de esta pasión mejor que en Aristóteles, y de ella concibe un odio más justo; quien recuerda los males que lo atormentaron, los que le amenazaron, las ligeras sacudidas que le cambiaron de un estado en otro, con ello se prepara a las mutaciones futuras y al reconocimiento de su condición. La vida de César no es de mejor ejemplo que la nuestra para nosotros mismos; emperadora o popular, siempre es una vida acechada por todos los accidentes humanos. Escuchémonos vivir, esto es todo cuanto tenemos que hacer; nosotros nos decimos todo lo que principalmente necesitamos; quien recuerda haberse engañado tantas y tantas veces merced a su propio juicio, ¿no es un tonto de remate al no desconfiar de él para siempre?", una idea extraordinaria, sencilla y compleja al mismo tiempo: examinarnos a nosotros mismos para no perseverar en los errores de juicio cometidos en el pasado. Una metacognición que hará de nosotros mejores personas. Y no tenemos mejor instrumento que ése: nuestro yo cuestionado por ese mismo yo. Casi una definición estética de la experiencia: aquellos hechos y pensamientos que, examinados, nos enseñan a desconfiar de nosotros mismos, para mejor actuar.
Montaigne y un elogio de la sencillez, para saber vivir nuestra vida: "Es una perfección absoluta, y como divina «la de saber disfrutar lealmente de su ser». Buscamos otras condiciones por no comprender el empleo de las nuestras, y salimos fuera de nosotros, por ignorar lo que dentro pasa. Inútil es que caminemos en zancos, pues así y todo, tenemos que servirnos de nuestras piernas; y aun puestos en el más elevado trono de este mundo, menester es que nos sentemos sobre nuestro trasero. Las vidas más hermosas son, a mi ver, aquellas que mejor se acomodan al modelo común y humano, ordenadamente, sin milagro ni extravagancia." Esta sencillez que procura Montaigne tiene que ver con alejarse de la vanidad del mundo (su apariencia, su oropel) y no alimentar nuestro egoísmo. La pregunta es si estamos dispuestos a despojarnos de nuestro manto de orgullo, para luego vestirnos con las prendas de la humildad. Una tarea casi imposible, en estos tiempos saturados de ostentación y vanidad.
Se concluye con una frase que es una joya: "La experiencia me ha enseñado además esta verdad: que la impaciencia nos pierde." Sobran comentarios, falta tiempo. La prisa es la moral dominante en una época de vértigo. (FIN)