Pedir lo imposible al genio

EN UNA TIENDA donde venden objetos de segundo uso, encontré y compré una lámpara.

"Me parece como que son de las que habita un genio", dije para mí. "Tres dólares", me había dicho la guapa y sonriente vendedora. Y gustoso la compré para adorno de la sala.

APARTE DE QUE COMPRÉ otros cacharros de nostalgia, me fui rápido a la casa para escudriñar la lámpara. Había visto dibujos de la de Aladino y la de Diógenes. Y tenía parecido con ellas.

"FROTARLA" ES LA CLAVE para que aparezca el genio, recordé mis lecturas sobre dichos sucesos. Como dicen que frotar la barriga de las estatuillas que representan a Buda, trae buena suerte: amor, dinero y salud. Es un decir. Porque yo lo he intentado varias veces y nada.

ASÍ QUE ME VEN MINUTOS enteros frotando mi mano en la lámpara comprada en la tienda de segunda. Claro que yo lo hacía de vacile. Estando seguro que todas las historias y relatos que nos han contado sobre genios son producto de la imaginación.

CUANDO DE PRONTO... NADA. No pasó nada. Mi mente se fue de viaje al mundo de la imaginación. Y me dije. No hay genio. Hay ingenio. Y todos tenemos chispas de ingenio, aunque otros lo tengan de manera permanente. Así que me resigné.

YA CON LAS CARTAS MOSTRADAS, de que no apareció genio, imaginé que sí, que aparecía luego de que afuera hizo viento de pronto. Se oscureció y se alumbró de nuevo. Empezó la lluvia con fuertes truenos y relámpagos. El viento derribó anuncios espectaculares y voló láminas de techos de casas pobres.

CUANDO DE PRONTO EL GENIO. Sí, allí estaba el genio. En lenguaje incomprensible, porque además no tengo Alexa traductora, me dijo algo que yo creí adivinar, me decía de mi derecho a hacer tres deseos. Y me dije: sea el primero para probar. Sea el segundo para bien de todos. Y si acaso el último para bien de mí, pero algo fácil.

"TRÁEME UNA NIEVE DE LIMÓN", fue lo primero que se me ocurrió como prueba. Y el genio se talló las manos, dijo palabras inentendibles. Y ¡zaz!, nadie me lo va a creer, y allí estaba una nieve de limón con el cono tradicional. Me dije: "nadie me lo creerá, ni yo tampoco lo creería si me lo contaran".

AHORA SÍ LE VOY A DECIR de un deseo algo imposible: "¡Detén el tiempo!". El genio se me quedó viendo como diciendo este si me salió inteligente. "No, realmente el tiempo no lo puedo detener. Soy genio de lámpara, no Dios de los cielos". Me dije que realmente tenía él razón. Le pediré algo posible. Algo que realmente pueda hacer desde su categoría mítica de genio.

"DETÉN LAS GUERRAS para que haya paz, amor y armonía en hombres y mujeres de la Tierra", dije, aprovechando que estamos en víspera de Navidad, resignado a algo que pudiera estar en sus posibilidades. El genio se me quedó viendo con los ojos desorbitados. Y me dije a mí mismo: Creo que ahora sí me pasé. Creí que podría dominar y detener esas triquiñuelas atroces que ponen en pleito a los seres humanos. Y fue entonces que el genio reculó hacia la petición primera. "¿Me pediste que detuviera el tiempo?"