SIN DUDA que Andrés Manuel López Obrador no sólo es un crítico del viejo Partido Revolucionario Institucional, como sistema no sólo como organización partidista; también conoce sus resortes más profundos. Se propuso públicamente poner fin al modelo neoliberal –del que comentamos en nuestras entregas anteriores-, pero está visto que será el PRI también que deba luchar por su sobrevivencia como partido.
El meteoro electoral del 2018 no acabó con los dinosaurios políticos pero los dispersó, me decía un crítico lector. Lo cierto es que la revuelta ciudadana en las urnas sacudió a todo el viejo sistema partidista que a tres años todavía busca cómo recuperarse.
Decisiones en apariencia inocuas, como la designación de embajadores, vuelven a poner en jaque especialmente al PRI. Hay por lo menos seis personajes plenamente identificados con el tricolor que fueron invitados a representar a la diplomacia mexicana en otros países. El reciente anuncio de la nominación de los ex gobernadores Carlos Miguel Aysa (Campeche) y Claudia Pavlovich (Sonora), movió los resortes defensivos del tricolor: amenaza con expulsarlos si aceptan el cargo. Pero la lista puede ampliarse y el horno priista no está para estos juegos.
Pero no sólo el PRI. Todos los partidos, incluido Morena que aún busca integrarse como tal, tienen problemas de identidad y organización.
EL PESO DEL PASADO
SI SE EXAMINA la historia mexicana contemporánea, vemos a cinco partidos de pie, aunque tambaleantes. Por orden cronológico: PAN (1939); PRI (1946), PRD (1989), Movimiento Ciudadano (antes Convergencia, 1999), MORENA (2014). Están el PVEM y PT, pero en otra dinámica de acompañamiento electoral.
Veamos precisiones históricas: el PAN tuvo antecedentes sociales en el bajío católico (Querétaro, Guanajuato, Jalisco y Michoacán) con los cristeros (1926-1929), lo mismo que universitarios y empresarios forjados en la UNAM. Manuel Gómez Morín, fundador del PAN, fue Rector de la UNAM y creador del Banco Central para administrar finanzas gubernamentales. El cambio de su crecimiento lo desdibujó.
El PRI fue primero PNR, Partido Nacional Revolucionario, de 1929 a 1938, de la mano de Plutarco Elías Calles -caudillo transexenal- y después se convirtió en Partido de la Revolución Mexicana (PRM, 1938) con la ruptura entre Lázaro Cárdenas Presidente y Calles. El PRM se mantuvo hasta 1946, cuando con Miguel Alemán apareció el PRI. Tuvo un desprendimiento casi desapercibido en la historia, el PARM (Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, uno de los denominados despectivamente “partidos paraestatales”). El poder lo desgastó.
El Partido de la Revolución Democrática (PRD), ahora de capa caída, registra dos vertientes de origen: a) fue escisión del PRI en 1987, como corriente democrática, al definirse el poder para la dupla De la Madrid/Salinas, y b) fue convergencia de militantes socialistas y comunistas, en brega política desde los años 40s, sin registro legal hasta 1977. Su antecedente, como se sabe, fue el Frente Democrático Nacional, con el liderazgo de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, los dos ex priistas.
DE LIBERALES A LIBERALES
MORENA fue escisión del PRD, ante el dilema cercanía/lejanía frente al modelo neoliberal de gobierno. La visión histórica del fundador López Obrador se cobijó en la tradición liberal del siglo XIX: Movimiento de Regeneración Nacional. Aunque con dos componentes en tensión histórica: el liberalismo republicano de Benito Juárez y el liberalismo radical anarquista de Ricardo Flores Magón. El discurso emparentó a estas corrientes con un proyecto de nación que abogaría por “los de abajo”, no únicamente pero “primero los pobres”.
Una interpretación sobre el origen de estos cinco partidos, arroja dualidades significativas: en el PAN, a) la vertiente institucional desde la empresa y la academia, con Gómez Morín de faro, pero también b) la vertiente doctrinal cristera de resistencia y encono ante el laicismo del Estado Mexicano; en el PRI, a) la vertiente de ejercicio vertical del poder en los tiempos de Calles, pero también b) la vertiente revolucionaria del Cardenismo, como puente institucional hacia las clases mayoritarias olvidadas por el Callismo.
En nuestra siguiente entrega, si me lo permite, continuaremos con este repaso en el contexto del sacudimiento partidista.
AL MARGEN
PRÁCTICAMENTE cumplido el primer requisito de las firmas para la consulta sobre el mandato presidencial, el reto mayor será lograr que el 40 por ciento de los empadronados acudan a las urnas. Aunque lo que cuenta es el precedente de referendo para los próximos gobiernos.
(vmsamano@hotmail.com)