*Sistema económico y racionalidad: millonarios y subempleados.
*Mundo moderno y organización laboral: diversificación y salarios
*Individualismo y responsabilidad social: lo virtual inhumano
LA PANDEMIA no se ha ido. Nos lo recuerda una grave realidad económica. Los efectos macroeconómicos se resienten en los hogares. Entre 2020 y 2022, el Producto Interno Bruto (PIB) en los países disminuyó 8% en promedio. Según el Banco Mundial, en 2023 se espera "un repunte con crecimiento en niveles prepandemia". Nada fácil: la contracción de la economía es generalizada y ninguna región del mundo evitó el desajuste del ciclo inversión /producción /marketing/ distribución/ consumo.
En México, la tasa anual de crecimiento PIB desde 2020 no alcanzó el 2%. Urge replantear la cadena productiva con salarios competitivos. Trabajadores pobres dan una economía empobrecida. El aumento del 20% al salario mínimo va en esa dirección. Los programas sociales y becas a jóvenes atenúan la crisis de millones de familias. Sin embargo, en el futuro inmediato tienen que plantearse inversiones productivas (no especulativas) y empleos mejor remunerados. La automatización que elimina empleos juega en contra de la reactivación económica.
CERO NO SER
PUBLICÓ Jeremy Rifkin su obra "El fin del trabajo" en 1995. Advirtió el proceso de cambio que la tecnología virtual traía consigo. La pobreza se acentúa en un sistema de acumulación material e inmaterial que produce multimillonarios Forbes y al mismo tiempo millones de subempleados mal pagados y legiones de desempleados que pelean por emplearse como sea. Mal andan los caminos de la racionalidad económica cuando "la hermana de la ganancia es la pérdida" (León Tólstoi). Veamos la relación entre pobreza y devaluación del trabajo físico.
Los salarios se estancan, cuando se trata de remunerar la fuerza física. En los cortes de café, naranja y limón, en la estibación de cajas de plátano o la recolección del cacao, el salario no crece. Eso sí: crece la fuerza de trabajo potencial (los desempleados) y los patrones fijan tarifas hacia abajo. Es la devaluación energética del trabajo.
Algunos economistas plantean que estos salarios siempre iguales, o hacia abajo, se generan por el precio estático de materias primas en el mercado. Vender café a destajo, plátano, naranja, limón, aguacate, cacao, no remunera lo suficiente al productor, y entonces no puede pagar hacia arriba a sus trabajadores, porque a él no le pagan más. Extraños son los caminos de la economía internacional y el libre mercado (no tan libre), porque los precios de las materias primas (salvo desastres naturales o plagas) no suben significativamente. Como si el libre mercado en automático castigase a países ricos en recursos naturales. Es historia que debería avergonzar a las instituciones que regulan el intercambio económico internacional.
Cuando son productos procesados, una taza de café o de chocolate, los precios se van para arriba. Tomarse una taza de chocolate en Nueva York o París cuesta 12 dólares (The Economist, 12/11/2022), lo que no repercute en la fuerza de trabajo que activó la cadena productiva. Ganan los empresarios que aparecen al final de la cadena y procesan materias primas. Ganan también los que ofrecen el producto adornado con marca prestigiosa, aunque no podrían vender la marca sin la materia prima.
Así aparece el desprecio capitalista a la fuerza de trabajo. No se trata de revivir el marxismo clásico de lucha de clases, sino de cuestionar la racionalidad de un proceso que no premia a quienes inician la cadena productiva.
INDIVIDUALIDADES EN EL ESPEJO
LA DIVERSIFICACIÓN del trabajo -o multichambismo- disminuye la calidad de vida de los obreros. Tener varios empleos es alternativa desesperada ante la devaluación del trabajo vía salario bajo. Se busca sumar recursos a través de varios salarios parciales. Quizás se equilibra el déficit del presupuesto familiar, a costa del tiempo libre de los trabajadores. No hay tiempo para vivir: sólo tiempo para ´trabajar y producir´. Se cae en lo que Jean Baudrillard llamó El Espejo de la Producción: el ser humano, convertido en trabajador, se encadena a la vocación de ´producir´. Lo que se supone lo liberaría (el trabajo como fuente de riqueza), en realidad lo esclaviza. Ese sistema de producción se ha acelerado desde el siglo XIX a la fecha, con una peculiaridad: el tiempo libre, conquista fundamental de la clase obrera, con la reducción de las horas de trabajo (8 al día), desaparece con el multichambismo. Por supuesto, millones de desempleados dirán que es mejor eso que estar fuera de la cadena productiva.
SOLEDAD VIRTUAL
POBREZA y devaluación del trabajo son síntomas de una causa profunda de irracionalidad. ¿De dónde proviene esa irracionalidad? Del sistema económico que rige este mundo globalizado e interconectado. La deshumanización del sistema facilita decisiones inhumanas. Pero, ¿qué sucede cuando en un sistema lo que menos importa son las personas, que aparecen como trabajadores intercambiables y desechables?
Lo virtual es otro factor que afecta la oferta de la fuerza de trabajo. Piense el lector en todos los empleos que desaparecen al establecerse procedimientos virtuales de supervisión. La empresa optimiza recursos y desaparecen puestos de trabajo. De este modo, la virtualidad del mundo significa prescindir del elemento humano que -se suponía- era razón de ser del sistema económico. Así vamos con la herencia neoliberal que sigue cobrando facturas. (vmsamano@hotmail.com)