Dentro de la dinámica de la comunicación política, el discurso es la parte más sensible de un político. El discurso es el reflejo del pensamiento, es la teoría que se pretende llevar a la práctica. Pero el discurso debe revestirse con elementos emocionales para lograr impacto. Hace muchos años, a mediados del siglo pasado, Adlai Stevenson, candidato demócrata, contendió a la Presidencia de los Estados Unidos contra el Gral. Eisenhower, candidato republicano. Stevenson fue ducho en el debate y la oratoria, pero sus discursos estaban llenos de conceptos confusos, palabras rebuscadas, densas, que el común de las personas no entendía. En cambio, Eisenhower era más emocional, afectivo y empático. Su mensaje era claro, amable e inspirador. Poseía una comunicación fluida, usando un lenguaje accesible en todo momento. Esos elementos, le dieron el triunfo en 1952 y luego, en 1956.
Este ejemplo sirve de mucho a la luz de la sucesión de 2024. Aquellos políticos, hoy suspirantes, mañana candidatos o candidatas, deben entender que la parte emocional es fundamental para que el mensaje llegue y llegue bien. A la gente le interesa más cómo lo dices que qué es lo que dices. Somos una sociedad más visual y emocional. El cerebro político no está en busca de números, cifras o estadísticas. El cerebro político es una máquina que quiere sentir y vivir emociones. Las redes sociales son una estrategia medular en este sentido. Pero no es la panacea.
Al día de hoy, no existe una sola estrategia que supla la presencia en la calle. El contacto en el territorio, el hecho de ir a buscar relaciones hace posible la estructura de lazos afectivos para generar memorabilidad.
Y esa es la clave: crear memorabilidad. Es decir, que la gente te recuerde. Un dicho, un hecho, una acción agradable influyen decisivamente en el ánimo de las personas.
La memorabilidad se refleja también hasta en la presencia. Una actitud floja, un caminar lento, una mirada esquiva, una mueca, son detalles que no pasan desapercibidos. Un ejemplo fue George Bush padre, cuando perdió el debate presidencial en 1993 contra Bill Clinton, pues a cada rato miraba su reloj, dando la percepción de que ya quería irse o andaba desesperado.
La vestimenta también crea memorabilidad. En una plática sostenida con 500 chavos en una reciente conferencia que impartí sobre comunicación política (el reto es siempre conquistar el voto joven), por lo menos 350 de ellos manifestaron que les da flojera ver a un político vestido de guayabera. Los prefieren frescos, holgados, con camisa tipo polo y jeans. Para el caso de las mujeres, las prefieren con blusa corta y jeans. Este tipo de vestimenta refleja ciertamente más informalidad y sencillez. La guayabera al ser una vestimenta propia de la región, no es recomendable para eventos de campaña. Es más: ni siquiera la camisa manga larga es preferible. Se trata de trasmitir sencillez, amabilidad para agradar a los demás, a los futuros votantes.
Recordemos: memorabilidad, empatía y un buen mensaje (narrativa poderosa) son elementos que fortalecen una campaña.
PÓRTICO
Juan Luis López Peralta, es una carta fuerte que tendrá que ponerse sobre la mesa en 2024 para que Jonuta siga brillando y dando de qué hablar. Es un joven sencillo, amable y cordial. Es hombre de resultados y de lealtad probada. Y quien es leal, es honorable. Merece un voto de confianza.