HAY DÍAS EN QUE NO ENCUENTRO ni pizca de razón. Hay momentos así, de total desamparo. Todo parece congelado, como si no hubiera manera de continuar. A mi alrededor todo parecen imágenes como fotografías fijas. Y son las palabras las que derriten el hielo y les dan movimiento. Y todo empieza de nuevo. Cuando me siento vacío, me llenan las palabras.
EN ESE DESCONGELAMIENTO AUMENTA EL FRÍO. Y hay que tener valor para salir a la intemperie. Quedarse encerrado en sí mismo, de nada sirve. Y afuera las miradas son de hielo también. Escuchas las noticias, y hay desolación. Y es con las palabras que escribo "sonrisas a la vista". Y todo empieza a ser distinto. La sonrisa es personal. Y se va correspondiendo con otras. Cuando siento frío, me entibian las palabras.
EN ESTE TRÓPICO DE UN SOLO EXTREMO en lo que a clima se refiere, con sus raros frescos, es el calor el que impera. Parece sucursal del infierno. Y recurro a las palabras. Viento, digo, por ejemplo. Y todo se empieza a sentir distinto. Miro el movimiento de las hojas. Y despeina. Viento, metáfora del movimiento. La vida va, me digo. Cuando calor, me refrescan las palabras. En el infierno vivo de la existencia, me refrescan divinas las palabras. Tus palabras.
SIN EMBARGO NADA SE DETIENE. A la tanta alegría superan los hechos que generan tristeza, desánimo, desesperanza. Y estas, muy orondas, parecen ser la divisa de los tiempos. Miro rostros ajados. Miro rictus. Miro llanto. Y es cuando se hacen necesarias las palabras. Bálsamo esperanza. Con ellas hay razones justificadas para los anhelos. En la tristeza, me alegran las palabras.
TERROR ES EL VACÍO. Sentirse nada en el cosmos infinito. A cada paso el probable destino es caer sin suelo abajo. Como caer en un pozo sin fondo y, peor, sin asideros. Es entonces que nos damos cuenta que las palabras son las que nos sostienen. Lo demás no importa: grieta, rendija. Las palabras se transforman en luces que definen los rostros. Y me reconozco en ti. Con las palabras me doy cuenta de que existo porque existes. Somos espejos complementarios.
"TE HAS PERDIDO ENTRE LAS UTOPÍAS", me dice un coro de ángeles. "Te has perdido entre los objetivos sin metas", me dicen los diablillos. Me doy cuenta que ambos son voces que salen de mi interior. Soy yo mismo en las palabras que me digo. Y me ubico fugaz, efímero. Son las palabras las que me dan substancia. Son las palabras mi mapa de ruta y de ubicación.
Y LLEGAN EN CASCADA LAS PREGUNTAS. En ese momento no hay pobreza. Y las preguntas vienen en palabras simples. Que son los verdaderos lamentos de los dioses. Sí, ha leído bien: lamento de los dioses. Me reivindican las palabras en el vacío. Me reivindican en el pesimismo. Lo mismo en la extrema ilusión y esperanza. Si no tiene sentido la existencia. Si todo me es ajeno a la voluntad. Las palabras son la única riqueza al alcance de la mano. En la pobreza existencial, me enriquecen las palabras. Son caricias para el cuerpo y alma.
CRECIMOS EN SENTIRNOS REYES Y REYNAS de la naturaleza. Nos llenaron de bobadas de que la existencia humana concreta el avance y el progreso de la naturaleza. Y se alzaron chimeneas que vomitan hollín. Que encarecen y enrarecen el ambiente. Que nublan las miradas. Las ennegrecen. Neblina permanente. Que justifican lo injustificable. Que matan peces y aves. E intentan quitarnos la palabra. Porque sin palabras somos masa solamente. Por eso tenemos que resistir. Y empezar como en el primer año de primaria. Con vocales y consonantes que nos hablen del principio. Cuando éramos nada. Y empezamos a mezclar sílabas. Son las palabras la riqueza de la tribu. el tesoro más amado del individuo. La diferencia con los otros. En la soberbia y el ego hinchado me humillen las palabras.
EN LA OSCURIDAD LAS PALABRAS SON LUZ. Y cuidado: la tanta luz enceguece. La tanta palabra enloquece. Nos han sembrado paradigmas de la derrota. Paradigmas de la nadería. De las frases hechas como sopa plástica con instrucciones de entibie agua y degluta. Bien que saben del daño que nos hacen. Y que nos estamos dañando. Solo que hacemos que no nos damos cuenta. Y el deterioro sigue. La ruta es la extinción, si no estoy soñando.
NO HAY MAYOR MANERA DE IDENTIFICARME cuando todo parece perdido. No hay mayor bien. En la derrota más catastrófica. En la actitud más abyecta. Cuando nada me quede. Ni pan. Ni referencia alguna de lo que fui y he sido. Cuando nada recuerde del pasado. Ni haya vista al frente del futuro. Solo me queden las palabras para empezar de nuevo. Las palabras cargan mi humanidad. Y me sostienen.