* Forcejeo de negociaciones; lucha continua de intereses
* En el terreno mediático nuevos instrumentos y actores
*Caso de Murillo Karam: narrativa, credibilidad y justicia
¿CÓMO se controla un país? Ante todo, plantean manuales recientes de politología, hay que moldear la narrativa mediática. Cuestión delicada en plena “era de la información” (Manuel Castells). Es infinita la información que, en el siglo XXI, se genera en el espacio público de medios tradicionales y desde internet. Además, las oficinas de comunicación gubernamental trabajan horas extras en el análisis de contenido de esa información y en el manejo de su propio material.
Así pues, lo que antes se definía como opinión pública (o publicada) ahora se llama narrativa. Se supone que ahí está la llave de control: “Dime cómo lo cuentas y te diré quién eres, qué lado político defiendes y cuáles intereses representas; de ahí saldrá el porqué de tu narrativa”, escribió Noam Chomsky.
Las diversas fuerzas sociales de un país tratan de moldear la narrativa que circula como información/opinión y genera tendencias significativas. Este intento de control social a través de la narrativa adolece del mismo error de perspectiva que se cometía cuando la propaganda era el santo grial de los gobiernos: se salta la realidad de los hechos. De ahí que no cualquier narrativa sea efectiva, así como no toda propaganda era eficaz. Hablarán los hechos, fue una campaña en Tabasco.
ÉRASE UNA VEZ
EN UNA ENTREGA reciente planteamos al México actual como cuatro países en uno: el de las conferencias presidenciales, el de la oposición y los medios tradicionales, el país de las redes sociales virtuales y el país de leyes (Congreso, FGR y Suprema Corte de Justicia). Hay muchos otros, claro. Abordaremos los últimos dos para revisar una disputa narrativa (de opinión) que pesa en el México real –aunque esto no se puede medir con datos duros.
El país de leyes y el país de redes se contraponen en la disputa por la narrativa nacional. El primero tiene los encargos más delicados de la República: nivelar el piso social de acceso a la justicia y diseñar el nuevo acuerdo institucional en tiempos de competencia política real. El mayor esfuerzo institucional que deben realizar los actores políticos y jurídicos. Tan manoseada está la aplicación de leyes, que ahora -por primera vez en la historia- un ex Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, fue detenido por “ocultamiento deliberado de la verdad del caso Ayotzinapa” (la desaparición de 43 estudiantes normalistas en Iguala, Guerrero, 2014), “el uso de la institución en hechos delictivos” y “responsabilidad en la violación de derechos humanos, incluida la tortura”. La credibilidad republicana pasa por el país de leyes y se pondrá a prueba con el juicio a Murillo Karam. Existe ya un debate intenso.
El país de redes virtuales magnifica y desvirtúa realidades a conveniencia del portador de clics. Ese país virtual es presa de extremismos políticos y culturales; hay voces frescas que intentan un periodismo independiente, aunque el desmonetizador sea factor disuasivo. ¿Qué es el desmonetizador? Un mecanismo que frena los ingresos que distribuyen algunas redes de internet según el número de visitas y la publicidad que maneja determinado sitio/página/link. Se desmonetiza a los sitios que hacen mal uso del lenguaje o de materiales con derechos de autor, aunque no queda claro por qué se desmonetiza a unos sitios y a otros no. El país de las redes virtuales se enfrenta al país de los medios tradicionales, con un riesgo ético: pasa de la libertad periodística a la irresponsabilidad de informar sin verificar, inmersos los sitios/páginas en el vértigo que impone la tecnología. El anonimato y los bots (cuentas electrónicas sin personas reales detrás) son ya motivo de reflexión ética. Sin límites, la narrativa virtual es cancerosa.
EL FACTOR CULTURA-MUNDOQUIZÁS ESTE ESCENARIO narrativo, con cuatro países en uno, es potenciado por la globalización de la cultura, o lo que el francés Hervé Juvin llama cultura-mundo, que contiene cinco dispositivos principales: “el mercado, el consumismo, la tecnociencia, la individuación, las industrias culturales y de la comunicación”. Ahí se juega la narrativa del siglo XXI. Lo global jala lo local. Ahí se construye lo que pensamos.
México no está exento de esa tendencia narrativa de construcción de realidad. Explica Juvin: “Las culturas tradicionales creaban un mundo ‘lleno’ y ordenado que traía aparejada una fuerte identificación con el orden colectivo” y por ello una seguridad que “permitía resistir las innumerables dificultades de la vida”. Ése fue el mundo del México posrevolucionario, mientras que en lo que llamaríamos la inestabilidad del México neoliberal 1982-2018 sucede todo lo contrario: se vive una inseguridad de identidades y psicológica. Imaginemos en el plano político, donde la incapacidad y el saqueo fueron motores de desigualdad y pobreza multiplicadas.
Los efectos de la cultura-mundo pesan en la construcción sesgada de la narrativa mediática mexicana. Todo esto no nos debe hacer ignorar que hay intereses opuestos y excluyentes. Como en la historia humana: los que tienen y los que carecen. (vmsamano@hotmail.com)