Estados Unidos sigue siendo el destino más popular para los migrantes mexicanos. Representan el mayor grupo de "green-cards" estadounidense y de ciudadanos naturalizados. Como reflejo de su gran presencia, los mexicanos también representan el mayor grupo de inmigrantes indocumentados, casi la mitad del total de las decenas de millones de personas sin estatus legal en ese país, según el Instituto de Políticas Migratorias de EE.UU. Tres de cada cinco inmigrantes mexicanos viven en California o Texas; pero la mayoría no son ciudadanos estadounidenses, aunque suelen llevar más tiempo viviendo en Estados Unidos.
En comparación con el conjunto de toda la población nacida en cualquier otro país y en el propio Estados Unidos, los inmigrantes mexicanos son quienes tienen los niveles educativos más bajos y los menores ingresos familiares; por ello, lo más probable es que solo puedan formar parte de la masiva fuerza laboral en el sector primario: la ganadería, la agricultura, la pesca, la minería, la industria maderera, etc. Muy necesario para poder sostener la gigantesca y dinámica economía estadounidense basada en la construcción, la manufactura, la industria energética y extractiva, la innovación tecnológica y generación de conocimiento; áreas donde se demanda un nivel educativo y profesional más elevado y especializado para poder insertarse y lograr mejores empleos, altos puestos y mayores ingresos.
Y es que tristemente, según datos de la Oficina del Censo de EE.UU., los inmigrantes mexicanos tienen el menor dominio del idioma inglés. Más del 65% de ellos mayores de 5 años, lo hablan apenas "bien", una desventaja en comparación con la mitad del resto de inmigrantes que tienen un dominio mayor o igual a "muy bueno". Y apenas un 5% de estos mexicanos habla inglés en casa. Sin el dominio de la lengua, la escritura ni la cultura del país desarrollado, el arraigo, la permanencia y el mejor nivel de vida para los inmigrantes y sus familias, es prácticamente imposible. Y el riesgo de discriminación, abusos, deportación o hasta la cárcel, es aún más alto.
Ahora, en los últimos años, los inmigrantes mexicanos han tenido más posibilidades y oportunidades laborales que el resto de la población, ya que suman el mayor conglomerado de personas en edad de trabajar, entre 18 y 64 años; pero todavía no logran aprovecharlas al máximo, ni en lo mejor, ya que tienen la escolaridad más baja. La mitad de los inmigrantes mexicanos de 25 años o más, carecen de un diploma de Educación Secundaria, equivalente al Bachillerato; y solo el 9% de ellos tienen un título de Licenciatura o Posgrado, en comparación con el resto de los inmigrantes y los adultos nativos que cuadriplican esa cifra.
Por todo ello, los inmigrantes mexicanos tienen los ingresos más bajos. En 2023 sus hogares tenían un ingreso medio anual de casi 60 mil dólares, inferior a los más de 80 mil de las familias nativas y a los más de 70 mil del resto de hogares de otros inmigrantes. Aunado a esta insuficiencia, los mexicanos tienen bajas tasas de cobertura de seguro médico, en comparación con otros inmigrantes y los nacidos en Estados Unidos. Más del 35% de los inmigrantes mexicanos carecían de este seguro, comparado frente a la mitad de ese mismo porcentaje para el resto de los inmigrantes y con poco más del 5% de los oriundos. En ese sentido, los inmigrantes mexicanos tienen más probabilidades de caer en la pobreza, un riesgo mayor a 15%; comparado con el resto de los inmigrantes y los nacidos en ese país.
De acuerdo con el coste de vida y su paridad monetaria, la pobreza se define en esa economía, como un ingreso menor o igual a 35 mil dólares para una familia de cuatro miembros. Sin duda que la salud, la educación, y la especialización académica, técnica o laboral, con las mínimas condiciones favorables, siguen siendo la clave para que las familias trabajadoras, dedicadas y disciplinadas, logren el sueño generacional de una vida cercana al primero mundo...y a veces sin siquiera salir de su propio país.