Las bacterias están por todas partes. Algunas son inofensivas y otras son útiles; pero algunas son muy peligrosas, sobre todo cuando los antibióticos ya no ayudan. Millones de personas mueren cada año como consecuencia de infecciones bacterianas. Aunque estas infecciones se traten con antibióticos, en muchos casos los medicamentos ya no son eficaces; porque las bacterias se han vuelto resistentes. The Lancet y el IHME estiman que en el último lustro, más de 1 de cada 8 muertes están relacionadas con infecciones bacterianas, la segunda causa de muerte global.
Esta mortalidad se relaciona con 33 patógenos bacterianos y 11 tipos de infección, asociándose con cerca 10 millones de muertes al año. Las S. aureus, E. coli, S. pneumoniae, K. pneumoniae y P. aeruginosa, son de las más peligrosas y representan más de la mitad de todas las muertes relacionadas con bacterias. La tasa de mortalidad por infecciones bacterianas es más alta en África subsahariana, y más baja en regiones de altos ingresos, como Europa Occidental y Norteamérica.
Con igual peligro que las anteriores, resaltan las bacterias del género Klebsiella; descrito en 1881 por Von Frisch y llamado así en honor al microbiólogo Edwin Klebs, quien observó por primera vez estos bacilos encapsulados en pacientes con rinoescleroma. Son organismos saprófitos; esto es, que obtienen alimento disuelto a partir de otros organismos muertos o en descomposición. Pueden estar presentes como flora normal, principalmente en el tracto respiratorio; y podrían tener una relación simbiótica y benigna con su hospedero, pero persisten como patógenos frecuentes de infecciones adquiridas en ambiente hospitalario.
Ahora, con particular interés y alarma en nuestro país, hoy día cobra relevancia un miembro mortífero de éste mismo género, la Klebsiella oxytoca. En muchas ocasiones sus infecciones son polimicrobianas o nosocomiales; especialmente en enfermos crónicos tratados con antibióticos anteriormente o con enfermedad previa de gravedad. Es una bacteria gram-negativa que posee una cápsula protectora que le ayuda a escapar y no ser ingerida por los glóbulos blancos, que son los encargados de combatir las infecciones. Además, bajo la cápsula contienen una membrana externa que la protege de antibióticos como la penicilina; y al romperse esta membrana, libera sustancias tóxicas que contribuyen a la gravedad de los síntomas.
La semana pasada, por primera vez en México, la Secretaría de Salud encendió las alarmas tras emitir una alerta epidemiológica por un brote de Klebsiella oxytoca. A finales de noviembre se detectaron casi una veintena de casos, en 3 hospitales públicos y una clínica privada; y para el jueves pasado ya habían fallecido 13 menores en el Estado de México, sumando otras dos decenas más de casos, entre confirmados y sospechosos. Las muertes estarían relacionadas con la posible contaminación de sondas aplicadas a pacientes pediátricos de hasta 14 años en 3 unidades de médica públicas y una privada. La principal vía de contagio serían los materiales contaminados: catéteres, sondas o equipos de ventilación asistida, y superficies del equipamiento hospitalario; convirtiéndola en una bacteria de alto riesgo en unidades de cuidados intensivos y quirófanos. Personas en estado crítico, neonatos y diabéticos tienen mayor probabilidad de desarrollar estas infecciones graves, debido a su menor capacidad para combatir microorganismos invasores. Como ésta, muchas bacterias, virus, hongos y parásitos oportunistas, causan infecciones graves y letales en enfermos con una salud comprometida o sistema inmune debilitado; pero también en personas con mala alimentación, nula actividad física y escaso higiene personal; viviendo en lugares hacinados e insalubres, entre enfermos descuidados y gente desaseada.
Así que, mientras vayamos rumbo a un sistema de salud escandinavo y no se le destine al menos el doble del presupuesto actual; cuidemos más de nosotros y los nuestros, de nuestro hogar y el ambiente que nos rodea. (drulin@datametrika.com/Investigador Titular, UJAT/Director General, Datametrika Co.)