El próximo lunes se pone en marcha un nuevo ciclo escolar en el subsistema de educación básica, el más grande en términos de matrícula escolar. Esta semana hicieron lo propio los subsistemas de educación media superior y superior en sus distintas modalidades.
En educación básica se reinician actividades en medio de la tremenda polémica que han suscitado los contenidos de algunos libros de texto gratuitos. A la arena de debates se han subido actores de diferentes perfiles, algunos más especialistas que otros, y también quienes dejan ver las banderas de sus intereses políticos. La polarización ha concitado —como pocas veces— la atención de los padres de familia y de una retahíla de organismos cuya existencia desconocía hasta ahora. Si ese nivel de involucramiento de padres e instituciones fuera permanente y no coyuntural, de seguro los resultados educativos de nuestro país tendrían una tendencia más favorable que la registrada desde hace muchos años.
Aun con el "fuego cruzado", bienvenido sea todo debate donde prevalezcan los argumentos por encima de las descalificaciones; aun con el frívolo "juego de vencidas", bienvenidos sean la tolerancia y el respeto a los derechos de los otros. Esta es una oportunidad más para madurar como sociedad y entender que los cambios de paradigmas son más frecuentes en los tiempos que vivimos. Es la mirada distinta de los demás la que nos desafía a reflexionar. Si no concuerdo con una idea porque mi manera de ver al mundo está inspirada en modelos del pasado, difícilmente podré ajustarme a las condiciones y exigencias de la modernidad.
Si de libros se trata (nunca pensé que la palabra "libros" estaría tan pronunciadamente en la boca de muchos mexicanos), voy a remitirme a Miguel de Unamuno, quien afirmaba que, a diferencia de la mayoría de los lectores cuando subrayan las páginas de la obra que se encuentran disfrutando, él solo marcaba en los libros las afirmaciones con las que no estaba de acuerdo, porque eran las únicas que le estimulaban a pensar. Las opiniones que coincidían con las suyas —decía— ya las conocía de sobra.
Recuerde usted la cantidad de veces que ha escuchado opiniones contrarias a las suyas. Más allá del respeto que merecen, no hay que desestimarlas, porque incluso equivocadas permiten lo que Unamuno sostenía: pensar o analizar sobre la pertinencia de las ideas propias.
Déjeme contarles la historia infantil "Ves al revés", de Jeanne Willis, que trata sobre los inclementes comentarios que varios animales hacen contra la señora Murciélago, quien, colgada en la rama de un árbol, ve todo desde un enfoque diferente.
Los pequeños animales de la selva creen que doña Murciélago está loca. ¿Cómo puede decir que un árbol tiene el tronco arriba y las hojas abajo? ¿Cómo se atreve a afirmar que el cielo está abajo y el pasto arriba? ¿o a señalar que la parte aplanada de una montaña se encuentra arriba y la parte puntiaguda colgada hacia abajo? La calificaban de boba, chiflada y hasta peligrosa.
Pero un día, el Búho sabio propuso a los animales colgarse en las ramas de un árbol y mirar las cosas desde el punto de vista de doña Murciélago. Los pequeños animales de la selva comprendieron que el mundo puede ser muy distinto si se mira desde otra perspectiva.
Esta divertida historia muestra a los niños que las cosas pueden contemplarse desde distintos puntos de vista, que una misma situación puede verse desde diferentes enfoques, y que por lo tanto es conveniente ponerse en el lugar de los otros para enriquecer la visión del entorno.
En la vida real, los ejemplos sobran. Ya sea en una clase, ya sea en la política, ya sea en el ejercicio periodístico, o en la intimidad de la vida familiar, hay que evitar la fobia hacia el pensamiento antagónico, porque gracias a él profundizamos en la validez y la riqueza de nuestro propio pensamiento.
Ya ve lo que decía el poeta Ramón de Campoamor: en este mundo traidor nada hay verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira.