Una vez que en verdad esté “domada” a la pandemia del coronavirus y se pueda salir del arraigo domiciliario, sería idóneo que la clase partidista cogobernante mexicana tuviera la capacidad de replantear su rol en la conjunción del bien común entre todas las colectividades sociales. Los tiempos y circunstancias son de hallarse ante una realidad distinta de la anterior que exigen asimilar esas nuevas reglas del juego en el modus operandi del mando.
Ahora que se está legalmente a escasos 90 días para el inicio del proceso electoral 2020-2021 previsto para la primera semana de septiembre, aunque el Instituto Nacional Electoral desfasó el acto de instalación para el siguiente octubre -en la incertidumbre por el covid19-, será más que un desafío en el encuadre de la macro elección de los 32 estados que tendrán sus votaciones locales, todas concurrentes el seis de julio del siguiente año con la federal para renovar diputados federales.
Con el descrédito absoluto del que fueron exhibidos en los comicios de 2018, un líder social en su tercera competencia en la renovación de la Presidencia de la República, esta vez montado en un movimiento social, humilló a la partidocracia al llevarse las preferencias de la voluntad popular con un 53.16 por ciento en pro, beneficiando de paso los suyos con su capacidad de convocatoria, sin ellos hacer gran esfuerzo.
Al cabo de 18 meses de gestión en la administración pública federal, el Ejecutivo Andrés Manuel López Obrador ha sido objeto de embates por la oposición entre el colectivo socioeconómico, cada una de éstas con su grado de beneficio o bien fueron afectados en sus intereses.
El cambio de una campaña congruente en los compromisos hacia el electorado marcaría la diferencia en el cumplimiento de expectativas electorales, a partir de lograr el convencimiento de una voluntad popular escéptica, con propuestas asertivas.
Una sociedad votante que les tiene en el descrédito absoluto, cansada de engancharse en una plataforma de promesas fuera de la realidad actual, en donde las demandas acrecentaron al ritmo de la densidad poblacional en los satisfactores de bienestar, que se han quedado en el palabrerías trasnochadas.
Ni los deberes escriturados ante la fe notarial son garantía de una gestión administrativa y/o legislativa capaz de saldar la palabra empeñada; caso del ex presidente Enrique Peña Nieto quien inició fortalecido con un “Pacto por México”, y al término de su sexenio se fue literal con el rabo entre las patas, dejando a un país en el quebranto en todos los órdenes, marcado por la corrupción e impunidad, el karma del PRI.
Consulta Mitofsky, la encuestadora de Roy Campos, en su medición diaria publicada para el diario El Economista sobre el nivel de aceptación hacia el gobierno de la cuarta transformación, registra un declive considerable de 9.6 puntos, entre el 58.1 puntos porcentuales partiendo del uno de enero a los 48.7 del 31 de mayo, aunque el promedio del trecho en este año y medio sale a tablas.
Dos temas fundamentales le han menguado en la popularidad; la marcha de las mujeres del ocho de marzo, continuada al siguiente día por el ausentismo laboral en los sectores públicos y privados, así como las acciones contradictorias entre el discurso oficial y sus giras presidenciales en medio de la emergencia sanitaria por el coronavirus, impactando a la economía en todos sus eslabones de la cadena de valor.
El presidente Andrés Manuel López Obrador perdió desde entonces el monopolio de la agenda pública nacional, con el consecuente declive en la calificación de su gestión, esta que jugará un rol relevante para la macro elección de 2021 ante el escenario de perder una parte considerable de la gobernanza nacional que fue mérito suyo, de nadie más. El saldo de discordia en Morena le afectarían y mucho para el segundo trecho de su gestión en la administración pública federal y de los estados.
En los juegos por hacerse de gran parte de la gobernanza en competencia en la búsqueda por recuperar adeptos, principalmente Acción Nacional pretende obtener provecho de la la polarización social, la coyuntura de los positivos y negativos del régimen de la cuarta transformación para exacerbarle; sin embargo, no han sido del todo efectivos en sus ataques, incluso mediáticos.
Los conservadores y fifís como se les refiere a esa élite ideológica, sin mencionarle por su nombre, durante las conferencias mañaneras serían los únicos que estarían en condiciones competitivas. Gestor de su propia política comunicacional hacia las masas ha perdido popularidad sensiblemente; sus efectos en pro o contra del régimen se sabrán hasta las votaciones del venidero 2021.
Sobre todo en las 15 entidades en las que elegirán gubernaturas y en las otras posiciones locales en los que tienen oportunidad, en razón de las malas cuentas que tiene la mayoría de la cuarta transformación; han quedado mucho a deber respecto de las expectativas en cuanto a compromisos no cumplidos como movimiento social, dejarían ir congresos y ayuntamientos importantes.
El resto de la partidocracia encabezadas por el PRI y PRD, sumando a éstos los satélites y los de reciente creación, por mucho esfuerzo que busquen hacer están destinado a seguir entre la chiquillada. Excepto PT y Verde Ecologista que formarían coaliciones en el ámbito federal y/o candidaturas comunes para las locales, claro con Morena.
Bitácora
El INE estará obligado a recalendarizar los procesos electorales federal y locales de 2021, en vista que Hugo López Gattel en un panorama pesimista previó que la pandemia se prolongue hasta fines de octubre.
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