Un estudio reciente de Wood Mackenzie, y con la realización de varios escenarios posibles; confirma la dependencia del mundo a los hidrocarburos, y que la transición energética, basada en dejar a los combustibles fósiles, estará su implementación de forma lenta, y podría estar en pausa en algunos países, derivados de las políticas actuales energéticas, y ante la falta del dinero suficiente para poder realizarlo.
Espera que en el 2030 la demanda de petróleo crudo, será de alrededor de los 110 millones de barriles diarios, y los cuales el 85 % será utilizado para producir combustibles.
Ante el incremento de la demanda del petróleo crudo y del gas, en el próximo lustro en el mundo, es probable que disminuya muy lentamente, a partir de mediados de la década de 2030 en adelante. Pero no, sería una caída abrumadora, y tajante; al menos que hubiera el dinero, y la voluntad de los países para poder llegar a la meta de cero emisiones a lo establecido en papel.
En el 2040, la demanda mundial de petróleo, a según proyecciones, podría situarse en el nivel actual de los 105 millones de barriles diarios. Pero a partir de esta fecha en adelante, existe un futuro incierto, y que dependerá del futuro planeado, en el presente.
Para el poder realizar una transición energética, y sobre todo fundamentado en la electrificación; es inconmensurable que para el poder realizarlo, deberá ser utilizado el gas natural, como base fundamental para realizarla. En el presente existe un consumo a nivel mundial de más de 380 mil millones de pies cúbicos diarios, y se espera que para el 2050 podría llegar a los 450 mil millones. La realidad de la transición.
En la realidad mundial, el petróleo crudo, y el gas natural, continuarán siendo utilizados.
¿De dónde vendría el suministro adicional?
Petróleo crudo: Países del Oriente Medio, y de los de Estados Unidos, y los cuales son los más capaces de aumentar la oferta. Ambos cuentan con inversores que suelen brindarles apoyo, acceso al capital y libertad para actuar, dado que hay menos problemas sociales, ambientales o de acceso que en otros lugares.
Gas Natural:
Provendría principalmente de los Estados Unidos, y esto abre la posibilidad de que este país tenga el control del comercio del gas natural licuado (GNL). Cuyo objetivo es el ser capaz de abastecer los 40 millones de toneladas anuales (6 %) de demanda adicional mundial de GNL, y lo que ejercería una presión al alza sobre los precios internos del gas Henry Hub, y podría incrementar las actividades de extracción como hoy días está siendo establecida en la política energética de este país.
La transición energética está en desacelerarse en el corto plazo, debido a las inversiones menores a las esperadas en energías limpias, una demanda creciente de energía, y un renovado enfoque en la seguridad y la asequibilidad energéticas en lugar de en la sostenibilidad. Esto abre la puerta a más inversiones en fuentes de energía convencionales como el petróleo y el gas. Debido a esto debemos considerar lo siguiente que en el estudio indica:
a) Las empresas con mayor peso en el petróleo serían las ganadoras: las operadoras con una larga trayectoria petrolera y exposición a oportunidades de bajo costo en Oriente Medio (las petroleras nacionales que poseen recursos) y en el petróleo de esquisto bituminoso de Estados Unidos (las principales petroleras estadounidenses y las mayores independientes) estarían en una posición ideal de mantener su hegemonía, ante la falta de una política clara del dejar a los combustibles fósiles por parte del mundo.
b) La tolerancia al riesgo aumentaría: a medida que los fundamentos del sector Upstream se fortalezcan, el sector se sentiría más cómodo con proyectos más grandes, más complejos y de más largo plazo, con más riesgo en la superficie. Esto podría incluir la adopción de mayores participaciones de capital, más exploración y nuevas entradas regionales. Los operadores estadounidenses buscarían internacionalizarse, mientras que algunas grandes petroleras europeas sumarían exposición al mercado Onshore estadounidense. Sin embargo, el sector no puede darse el lujo de perder su foco en la resiliencia financiera para respaldar los dividendos y la inversión. Es decir, asegurar la energía de un país para el futuro.
c) La disciplina y la eficiencia seguirían siendo rígidas: los operadores seguirían siendo responsables de los sobre costos y las demoras. La mayoría seguiría intentando escalonar los proyectos siempre que fuera posible, minimizar el capital improductivo y mantener los plazos de amortización lo más breve posible. Lo mismo sucedería con los activos maduros, que se verían sobrealimentados por los precios más altos. Pero el sector estaría deseoso de ejercitar sus nacientes músculos de inteligencia artificial para mantener los costos y las emisiones manejables.
d) La financiación de la industria del petróleo y el gas se volvería más fácil: los inversores y los prestamistas no podrían ignorar la mejora de los fundamentos de inversión. Algunos se verían tentados a relajar los estrictos criterios de concesión de préstamos impuestos al sector. Podrían resurgir modelos de negocio de nicho, como los de exploración pura o los especialistas en activos maduros. Pero, si bien los prestamistas volverían a centrarse en parámetros operativos, como la vida útil de los recursos y la longevidad de la producción, para la mayoría los criterios de concesión de préstamos para la reducción de emisiones no serían negociables.
e)
El mundo no ha cambiado su posición a los combustibles fósiles, solo se ha adaptado con base en el tener una transición lenta para el futuro, y esto deja abierta la continuidad del uso del petróleo y del gas natural, como la base económica del mundo.
México ha quedado sin transición, al centralizarse en un mercado interno de autoconsumo, y el cual depende de las tecnologías disponibles en el mundo, basadas en la contratación por parte de las empresas del estado para poder el tener infraestructura, operatividad, mantenimiento, modernización, y sobre todo experiencia. (– Grupo Caraiva – Grupo Pech Arquitectos)