Para tener una idea de la complejidad y la dimensión del reto que se ha colocado a cuestas el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), con el objeto de lograr la Cuarta Transformación de la vida pública el país, es importante conocer lo básico sobre el neoliberalismo, como filosofía y práctica políticas y como modelo económico y social, esto es, entender sus orígenes y sus ideas rectoras, su expansión y consolidación, así como su agotamiento o fracaso, a fin de impulsar los cambios que permitan superar los graves problemas que trajo consigo.
El debate está abierto y tiene “patente de corso” por parte el nuevo gobierno federal, con el objeto de modificar este paradigma que tanto daño a causado a la mayoría de los países que se vieron en la necesidad de adoptarlo por las presiones impuestas por los países desarrollados (EU y Gran Bretaña), los organismos financieros internacionales (FMI y BM) y las empresas multinacionales.
México, que siguió al pie de la letra las recetas neoliberales, es el país más desigual de América Latina y el que tiene uno de los salarios más bajos del contienen americano. También se distingue por un crecimiento económico mediocre (2% promedio anual) y una deuda externa que se disparó el sexenio pasado; cuenta además con uno de los niveles más altos de corrupción e impunidad y de inseguridad y violencia. Esto sin mencionar los índices de pobreza y marginación de la mayoría de la población. En contrapartida, tenemos la formación de una oligarquía que, durante 36 años, confabuló a políticos y empresarios que gozaron de privilegios sin fin, acumulando riquezas extraordinarias que polarizó brutalmente a la sociedad. Por todos lados aparecen los grandes e ilegítimos negocios de políticos y empresarios como en el caso del sector salud.
Desde su discurso de toma de posesión como presidente del país, AMLO fue muy claro y preciso en expresar que el neoliberalismo ha sido el causante de todos nuestros males. Tanto la teoría como la política económica y la ideología se esparcieron no sólo a través de los medios de comunicación, cuyos intereses comulgaban con este modelo, sino también en la academia, en los centros de trabajo y en las distintas organizaciones de la sociedad civil que fueron cooptadas por la hegemonía neoliberal.
A poco más de un año de gobierno de la nueva hegemonía política de izquierda alcanzada en las elecciones de 2018, se tienen ya importantes avances en el compromiso de reducir las desigualdades mediante la implementación de los programas sociales, la austeridad republicana y el combate a la corrupción, así como en el incremento sin precedentes de los salarios mínimos y el desarrollo de las regiones más atrasadas del Sur y Sureste del país.
Se trata, en esencia, de recuperar la primacía del Estado para que realice sus funciones como regulador de la sociedad a través su participación en la planeación y promoción del progreso económico con justicia social, asunto que el libre mercado no logró en los 36 años de su supremacía.
El cambio pacífico está en marcha. Se avanza en la ruta trazada por las nuevas ideas, objetivos y estrategias, a fin de minar las resistencias del viejo paradigma neoliberal para dar paso al nacimiento de un nuevo modelo que pone el acento en el combate a las desigualdades, a la exclusión y a la pobreza, así como en el cuidado y preservación del medio ambiente.
Durante esta etapa de transición, donde lo viejo no acaba de morir y la nuevo aún no nace, se pueden dar fenómenos que podrían radicalizar a las izquierdas y a las derechas. En el cotidiano debate político se puede observar altos niveles de confrontación que, en ocasiones, se omiten los argumentos y se abusa de las descalificaciones, sobre todo de la derecha temerosa por el hecho de que la 4T gana terreno.
Por eso es importante entender cómo llegamos a esta situación. A grandes rasgos, lo primero que hay que decir es que las contradicciones inmanentes de la economía capitalista producen un movimiento cíclico que va de la crisis al auge y viceversa. Es precisamente en estas fases de crisis cuando estallan las contradicciones económicas y se pone en duda la viabilidad de todo el sistema, generando condiciones para la realización de cambios de gran envergadura.
Existe un amplio consenso entre las diversas corrientes del pensamiento económico en el sentido de que las crisis económicas se explican fundamentalmente por la disfunción estructural entre una producción creciente y un consumo decreciente. La experiencia muestra que las crisis económicas son más frecuentes y agudas cuando el orden social está regulado por el libre mercado.
Dentro del capitalismo hemos observado cambios de relevancia que van del liberalismo al Estado de bienestar (capitalismo de Estado) y de éste al neoliberalismo (nuevo liberalismo). De acuerdo con los especialistas, la Gran Depresión de 1929 fue la primera crisis general del sistema capitalista, la más aguda y extendida, que surge en los Estados Unidos (paralización de la producción y las ventas y la quiebra de los bancos y la bolsa de valores de Nueva York o Wall Street), creando una enorme y profunda sacudida que pronto abarcó a la mayoría de los países del bloque capitalista.