Sabíamos que el gobierno de México quiere volver al pasado, al México de antes de 1982, año en que se inicia, según el Presidente, la siniestra época del neoliberalismo.
Lo que no sabíamos es que su utopía regresiva tiene también una dimensión internacional y que nuestro gobierno está jugando sus cartas en un casino donde impera la lógica de la vieja guerra fría, donde la URSS y La Habana representaban, para la izquierda, opciones de lucha antiimperialista, casillas favorables a la estrategia de resistir la intervención de Washington en América Latina y en el mundo.
Traigo esto a cuento por el fantástico cuento de que México había aceptado que se instalaran en su suelo unas “estaciones terrenas” (platos satelitales), nos explica Javier Tejado, “para bajar señales rusas en territorio nacional del servicio Glonass, el GPS de los rusos” (El Universal, 11/10/22).
Toda proporción guardada, el asunto debió traer a la memoria de muchos la decisión cubana de prestar su suelo para instalar ojivas nucleares soviéticas.
La instalación en suelo mexicano de las estaciones terrenas es nada comparada con lo de las ojivas nucleares. Pero no escapa al dictum de Marx, tan aplicable a la llamada 4T, de que los hechos de la historia suelen suceder dos veces, una en serio y otra en caricatura.
La puerilidad del acuerdo aeroespacial ruso/mexicano, no tan pueril para Washington, exhibe el anacronismo en que se mueve este gobierno, que busca en Rusia un aliado y en Cuba un ejemplo contra la influencia estadunidense.
Inverosímilmente, el presidente de México prefiere a Putin que a Biden como aliado, y busca para su ejército un modelo de negocios y poder similar al del conglomerado político militar que gobierna Cuba y ha destruido todo en ella, salvo sus propias prebendas.
Al paso que va la regresión del gobierno de México, acabaremos viendo en el T-MEC una opresión imperialista y en los crímenes rusos en Ucrania, una geopolítica favorable a la lucha de México por su soberanía.
La verdad, no puede hablarse de todo esto sino con un tono sombrío o con la tentación de una carcajada.