Romper con el pasado: el sueño de un México democrático

Con la Independencia respecto a España nuestro país tuvo oportunidad de construir una sociedad próspera

Con la Independencia respecto a España nuestro país tuvo oportunidad de construir una sociedad próspera, justa y competitiva. No lo hizo. Inclusivo hubo situaciones en las que la aventura de un personaje como Antonio López de Santa Anna colocó a México en desventaja, a pesar de ser entonces (1836) podíamos considerarnos la primera potencia de América por nuestro territorio, riquezas y población. El Dictador fue derrotado por un puñado de 900 granjeros.

Si exploramos la derrota de Santa Anna, en Texas, en la Batalla de San Jacinto, en las afueras de Houston está el sitio histórico, en donde todos los documentos están conservados, no como en México en donde la “explicación oficial” quiere pretextar una cosa o la otra para no dirigir la luz de la verdad sobre el Modelo Imperial de entonces, básicamente para poder continuar con el modelo reinante.

 

El país –insisto- tenía la posibilidad de rechazar a Santa Anna, a su modelo imperial y buscar un modelo democrático igualitario, próspero y fuerte, pero prefería guardar su estatus dentro del Modelo Imperial, y hasta fortalecerlo con el regreso del emperador ya hecho preso y humillado al igual que nuestro país por los seguidores del otro modelo más avanzado (EEUU). Fue otra oportunidad perdida de cambio nacional del modelo atrasado al moderno.

 

Si avanzamos hasta Benito Juárez, un gobernante ilustre que sin lugar a dudas,  estuvo ante otra posibilidad de cambio, pero las circunstancias nacionales le obligaron primero derrotar a la Invasión Francesa, misma que fue provocada por nuestras debilidades nacionales provenientes del Modelo Imperial (mal manejo de las finanzas públicas básicamente y jugando con la deuda externa), y finalmente después de Juárez viene al poder su paisano Porfirio Díaz. Empezó una larga noche sobre México, que seguramente Juárez no sospechó de su general cercano, una larga noche de oscuridad, en nuestra economía, nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestros indígenas, mestizos y morenos (a pesar de que ambos Juárez y Díaz provenían de esa masa nacional de paisanos), una nueva rebaja de nuestro México ante los ojos del Mundo Desarrollado de entonces como incapaz de armar su propio futuro sin su tutelaje, para finalmente terminar en una revolución.

Los revolucionarios del norte y del sur, tanto Francisco Villa como Emiliano Zapata, coinciden con sus ejércitos en Xochimilco y llegan al Palacio Nacional, y se toman la famosa foto en la silla presidencial. Se pierde otra vez la oportunidad, con la revolución y el fin de la dictadura para el control del Estado, y el modelo sigue intacto.

Comenzó entonces otra larga noche del oscurantismo con el PRI, Partido Revolucionario Institucional.

“El poder no se comparte”, “el principio de autoridad”, “no echar patadas al Sansón”, y otras lemas similares que hundieron a México en una nueva ronda de atrasos disfrazados de “reformas”. Llegó el 2000, pero el PAN no quiso cumplir su oferta histórica de transitar a la democracia, y se vendió por las prebendas del poder extraídas del sudor y de las lágrimas de millones de mexicanos honrados. Los gobiernos del PAN fueron tan anti–democráticos como los del PRI.

Finalmente, llegamos al mes de julio de 2018, con el país cansado de tanto abuso del poder público, y con la esperanza de un cambio, se vuelca masivamente hacia López Obrador, para aplicar los principios del Modelo Democrático; primero a sí mismo, luego a sus seguidores cercanos, y finalmente a todo el poder público de México. ¿Será que mis ojos cansados de esperar al México democrático serán premiados con el México que mi mente siempre soñó?

Con el agotamiento evidente del pueblo de México con el Modelo Imperial, se busca afanosamente a la salvación. El pueblo castigó electoralmente a sus atormentadores reconocidos en ese modelo. Sin embargo, el Modelo Imperial no se ha tocado para nada. Está intacto. Es necesario democratizar a la nación, comenzando con su corazón: el poder público. (EL AUTOR ES DOCTORADO EN ECONOMÍA POR LA  UNIVERSIDAD DE PENNSYLVANIA, 1971. COLABORADOR DE DIARIO PRESENTE *Se han suprimido las referencias bibliográficas para una fácil lectura, NE)