El próximo fin de semana celebraremos 213 años de Independencia, una gesta que dio inicio la madrugada del 16 de septiembre de 1810, con el llamado a la lucha armada por el cura Hidalgo en Dolores, Guanajuato; y consumada 11 años después, el 27 de septiembre de 1821 con la entrada del Ejército Trigarante a la capital del virreinato de la Nueva España, hoy la CDMX. El reclamo del derecho de los criollos y blancos a tomar decisiones políticas en la Nueva España, y la invasión napoleónica a territorio español en 1808, imponiendo a su hermano José Bonaparte con la corona española; favorecerían este movimiento insurgente que hacía eco en los virreinatos de Perú, Río de la Plata y Nueva Granada. Un ejército inverosímil de blancos, indios y negros, peleando juntos para romper las cadenas de la dominación, explotación, opresión y saqueo, con la esperanza de lograr los más altos principios de libertad, igualdad y fraternidad.
Más de 2 siglos de una nación mestiza y pluricultural, erigida por mujeres y hombres que han contribuido en su consolidación y modernización; si bien es cierto que prevalecen importantes retos, también se registran avances en salud, educación, democracia, ciencia, economía, cultura, deporte, etc.
Por ejemplo, en la primera mitad del siglo XIX, con las epidemias de tifus, influenza, fiebre amarilla y malaria, era común ver morir a 1 de cada 2 niños menores de 5 años, y la esperanza de vida apenas contaba los 30 años. Con el naciente imperio mexicano de Iturbide, los primeros avances en la medicina y la prevención e higiene, como el lavado de manos, se redujeron las infecciones y la mortalidad, logrando una esperanza de vida de casi 35 años a finales del mismo siglo XIX.
En el México postrevolucionario del siglo XX, con las instituciones de salud y los grandes avances de la medicina, las personas podían vivir hasta 40 años. Para 1970 la esperanza de vida superaba los 60; y desde el año 2000, ya son altas las probabilidades de rebasar los 70 años. Hoy, nuestra esperanza de vida promedia los 75 años, superando el doble en menos de un siglo. También hay grandes avances en alfabetización. Consumada la Independencia, más del 99% del nuevo estado era analfabeta. En 1858, Juárez llega a la presidencia y encuentra un país hundido en el analfabetismo, solo 1 de cada 20 sabía leer y escribir; y al estallar la Revolución en 1910, la población analfabeta sumaba 3 de cada 4. Actualmente, con una mayor cobertura educativa y la incansable labor de 1.2 millones de maestros, nuestro nivel de estudios promedia 9.5 años, equivalente a secundaria terminada y medio año de prepa. Y en los últimos 50 años, el analfabetismo ha bajado del 25 al 5%.
Sin duda que hemos avanzado desde la Independencia; pero aún dista de una retribución justa, equitativa y pertinente. Después de varios sexenios aún no se logra garantizar la cobertura a más de 1 de cada 3 mexicanos excluidos de los servicios de salud y la seguridad social; con casi 1 millón de muertes anuales, donde 4 de cada 10 se deben a enfermedades del corazón y diabetes, bajo la corresponsabilidad de un sistema de salud abandonado y limitado que ofrece pocas alternativas reales. En cuanto a educación, todavía hay 4 millones de niños sin escuela y medio millón a punto de desertar por la pobreza, la violencia y la negligencia. Apenas 1 de cada 10 indígenas adolescentes asisten a la escuela y menos de la mitad de sus comunidades tienen una escuela bilingüe. A nivel nacional, más de 1 de cada 3 jóvenes truncarán su futuro por no hallar condiciones ni lugar en el bachillerato, pues la cobertura apenas rebasa el 60%. Y lo más lacerante para la economía nacional es que 1 de cada 20 trabajadores es analfabeta.
Si las enfermedades y la ignorancia nos siguen sometiendo como invasores, colonizadores y explotadores, entonces aún no somos libres ni independientes. De la salud y la educación de cada uno, y de quien tenga voluntad de tomar las mejores decisiones para ello, dependerá el destino de nuestra patria. ( drulin@datametrika.com/Investigador Titular, UJAT/ Director General, Datametrika Co.)