Los años qué importan. Si salud y dicha me identifican. ¿A los cuántos años me di cuenta de la edad? A los 6, porque era requisito para entrar a la escuela primaria. Y yo quería ir. "Hasta que tengas 6 años", me dijeron y yo esperé de 3 o 4 a que llegaran los 6. Y llegaron, porque dice el dicho popular que no hay fecha que no se llegue, ni plazo que no se cumpla.
LUEGO EL PASO DE LOS AÑOS lo iban marcando el paso de grado. Digamos de los 7 a los 12, la primaria y de los 13 a los 15 la secundaria. Cada nuevo año con algunas sorpresas, siempre considerando a la amistad como bandera de nuestro ser. Y así llegaron los 19, egresado de la Normal. Y Salí a Tabasco a encontrarme con esta maravilla de tierra tropical. Los 20 me encontraron en un aula de la escuela Benito Juárez, en la ranchería Benito Juárez, en Jalpa de Méndez. Los compañeros y compañeras maestras organizaron un convivio de verdadera sorpresa.
ESE DÍA 13 DE NOVIEMBRE de 1979, fuimos a un rezo con la familia Xicoténcatl. Yo quería regresarme a la casa donde nos quedábamos. Y mi amigo Maestro Lupe, me decía que esperáramos otro tiempo más. Yo no sabía por qué. El caso es que ya casi al oscurecer salimos y acompañamos a una maestra que formaba parte de nuestro grupo de jóvenes maestros. Y la dejamos en la casa donde se quedaban las maestras foráneas. Pero estaba apagada la casa. Gritamos buenas noches. Nos dieron entrada para tomar un café, y oh, sorpresa: "Felicidades", con las respectivas mañanitas de noche. En la mesa viandas y una botella de vino para consagrar. Y dos o tres cajas de regalo. Mi corazón se llenó de gozo y emoción, con lágrimas de alegría, sobre todo. Tan lejos de casa, y encontrando corazones amistosos y nobles que me celebraban.
LUEGO NO SÉ, LOS AÑOS han ido pasando. Las mañanitas en casa. Un mole con arroz. Nada de aspavientos por el cumpleaños. Pero sí la alegría de estar sano, de saber que hay uno o una amiga, que se acuerda, que llama, que escribe un mensaje, que alienta con sus palabras. Y uno sabe que podemos contar con los dedos de la mano y no nos sobran a las que podemos llamar amigos, amigas. Tanto aquí, en Tabasco, como en Tamaulipas y algunos pocos en otros estados o países. La amistad, sin duda, motor de vida humana.
HACE AÑOS TUVE UN ACCIDENTE, que ni quisiera acordarme siquiera. La vida de por medio en el impacto. Aunque el tema no es, sino los aniversarios, movió mi interior hacia las reflexiones, sobre la vida. De ese día hasta mi cumpleaños miraba yo el movimiento de las hojas de los árboles, las nubes, el cambio del día a la noche y los amaneceres de manera distinta. La vida en plenitud que ni nos damos cuenta, porque o tenemos todo a la mano, pero quizá no lo valoramos. Sentimos la vida como algo dada de por siempre y para siempre. ¡Y no! Es fugaz y efímera. Por eso celebré con bombo, platillo y un trío norteño, con unos familiares y un grupo de amigos.
PARA ESA OCASIÓN ESCRIBÍ un texto alusivo. Un intento de poema sobre la vida y la muerte. Sobre el amor y la amistad. Sobre las carnes asadas y los brindis. Y sobre todo el agradecimiento de estar vivo, de poder sonreír, escribir y hablar. De seguir con vida para la enseñanza. Y de mantener los cinco sentidos y las manos activas.
HE TENIDO PERCANCES CASEROS. Una vez -ya hace años- me explotó un boiler. Hacía frío tropical. Y estaba apagado, como todo el año. Por acá casi no se ocupa. Así que me decidí a encenderlo. Pero vaya manera, el cerillo encendido provocó una explosión que me asustó de muerte, aunque no fue tan grande. Me quedaron quemadas las pestañas, las cejas, el bigote y algo de pelo. No exagero. Me vi al espejo y no me reconocía, pero no había quemaduras de piel. Puedo decir ¡gracias a Dios!, aunque casi eso no lo digo, pero sí lo siento. Luego del susto, tomé agua con sal, y bolillo con café. Y me reía, de mi imprudencia. Claro, mi imprudencia. Esa vez así me fui a trabajar, para asumir mi culpa en el hecho. Y lección de vida.
LOS ANIVERSARIOS SIGUIERON, pero así, con festejos de casa. Llegaron los 50, o el medio siglo. No me puedo quejar de este primer medio siglo. Cada etapa bien vivida. Luego vinieron otros eventos también en que la vida pudo haberse ido. Reflujos que me quitaron la respiración por un minuto y algunos segundos. Y logré volver a la normalidad en el respiro. Ya los médicos se encargaron de darme el tratamiento, pero sobretodo el cuidado de no comer tacos por las noches sin algo parecido. Y la pastilla, por si acaso, para atemperar ese movimiento de los jugos gástricos, que a muchos ha llevado a otro plano.
LE LLAMAN PISOS, A CADA DECENA. Así llegué al sexto piso, mirando el horizonte en las mañanas y en las tardes. Sabiendo que cada día que pasa, cada hora, o digamos año, nos vamos acercando a esa estación final, en las tantas estaciones de paso. Y a despedirnos desde antes, no porque queramos llegar antes, porque nadie llega antes del momento preciso, pero sí deja algunos asuntos arreglados y no nos tomen por sorpresa los trámites tan engorrosos que luego, peor, si son los que ya imaginamos donde se cierran las oportunidades de hacer planes, de diseñar planos, de orientarnos con brújula. La nada es el destino final. U otra mejor vida, como eufemísticamente le dicen.
MI HERMANO MARIANO que falleció en el 2021, cantaba por gusto esa de José Feliciano que dice: "ya mis amigos se fueron casi todos, los otros partirán después que yo..." Ya vemos que el Covid aceleró la retirada de muchos de los cercanos. A veces hago el ejercicio de nombrarlos. Ahora no, pero los tengo en la memoria. Desde aquí, desde este aniversario los saludo a todos. Amo cada uno de mis años pasado, porque nunca me dieron desdichas inmerecidas, como diría el vate Amado Nervo. Aunque no me considero muy cerca de mi ocaso. Y bien diría Sabina, que aún uso mezclilla, me tomo mis mezcales, y río gozoso ante las maravillas de la vida.
AGRADECIDO POR LA VIDA, digo salud contigo, que has llegado hasta aquí. Ya mañana haré mis trámites para las personas de 65 y más.