El hombre y la tierra son un binomio indisoluble desde que el primero apareció en el planeta; así, uno y otro, se han apropiado de sus cualidades para la subsistencia y desarrollo de ambos. Aunque la naturaleza del hombre lo hace ver como su principal depredador, la subsistencia de ellos está depositada en las manos del hombre. Sabemos y tenemos constancias de la fuerza de la naturaleza para destruir al primero, pero también sabemos y conocemos de la inteligencia del hombre para apropiarse de las leyes de la naturaleza y aprovecharlas en su favor, así como, lo que es capaz de hacer éste por el otro.
La experiencia del hombre con la tierra es sin lugar a dudas lo que le ha permitido responder a los retos de su sobrevivencia, el oro, los diamantes, el mercurio, el petróleo o cualesquiera de los elementos químicos, minerales o materiales que se encuentran en el planeta, de nada sirven si el hombre no cuenta con los alimentos que la tierra, el agua y el oxígeno le proveen a nuestra especie.
¿Y a qué viene esto? se podrán estar preguntando, claro, a la guerra de Ucrania Rusia. Los antecedentes de las dos guerras mundiales parecieran no ser suficientes en la memoria de algunos mandatarios, que en su ambición deslumbrante se ciega de poder por el predominio de uno sobre los otros. El hombre comenzó a cultivar las tierras desde hace miles de años, pero darle de alimentar a la desproporcionada población que se reproduce en las sociedades modernas es todo un reto.
El desmesurado incremento de la población mundial exige a los productores de alimentos, un mayor volumen tanto en cantidad como en calidad. Desde inicios del XIX la población mundial se había incrementado en un 550 %, habiendo pasado de 1.000 millones a 6.500 millones (2007), para el 2019 de acuerdo al último informe demográfico de las Naciones Unidas, esta alcanzaba 7 mil 700 millones, con unas previsiones de que se alcancen a once mil cuatrocientos habitantes en el año 2050.
Para cubrir estos retos, las alternativas posibles pudieran ser: aumentar gigantescamente las superficies de cultivo en detrimento de grandes extensiones forestales, o proporcionar a los suelos fuentes de nutrientes adicionales, a efecto de incrementar el rendimiento de los cultivos. Desde luego, pensando en la producción de alimentos para nuestra especie, pero si a ello agregamos que las necesidades no son así, y que la producción también se destina a otros bienes, las cosas alcanzan otras dimensiones que se complican con el enfrentamiento que vive el mundo.
Hoy, el elevado precio de los fertilizantes y la escasez que se comienza a sentir, orilla de los grandes hasta pequeños productores a reducir el uso del insumo, así como a disminuir las extensiones empleadas para cultivos, por lo que advierten de una probable escasez de alimentos, ya que Rusia es uno de los principales exportadores de potasa, amoníaco, urea y otros nutrientes del suelo. Las medidas que pesan sobre éste, golpea el comercio de los fertilizantes que son fundamentales para mantener un alto rendimiento en la producción del maíz, la soja, el arroz y el trigo.
Algunas publicaciones en diversos medios, señalan que agricultores de varios países están tomando medidas similares. Sólo en Estados Unidos, se espera que la factura de los fertilizantes se dispare un 12% este año, después del aumento de un 17% en 2021, según datos de la American Farm Bureau Federation y del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).
Otros agricultores están considerando la posibilidad de cambiar a cultivos que requieran menos nutrientes. Algunos planean sembrar menos superficie, mientras que otros se proponen emplear menos fertilizantes, una estrategia que los expertos predicen perjudicará los rendimientos. Y pensar que en nuestro país los conservadores convirtieron esta industria en una chatarra, en verdad, el poder los volvió torpes.