¿Es posible hallar un paso racional a través de la niebla de la ira de la guerra? Sí. Hay leyes sobre la guerra en la ONU y en las convenciones de Ginebra. Las rigen dos principios.
Primero: la población civil no debe ser blanco intencional de la guerra.
Segundo: las guerras deben ser justas en sus razones y en sus procedimientos.
El primer principio cae de su peso: la guerra es entre gente armada, no puede incluir a la población civil desarmada. Es una garantía mínima que debe regir las guerras, en medio de su inherente atrocidad.
El segundo principio es menos obvio pero no menos exacto. La razón por la que se declara una guerra debe ser juzgada aparte de la forma como se hace la guerra declarada.
El porqué de una guerra puede ser justo, pero el cómo se ejerce la guerra, puede ser atroz. Una razón justa para declarar la guerra, no justifica todos los medios para llevarla a cabo.
Los países, como los individuos, tienen derecho a la violencia para defender su existencia. Pero no a cualquier violencia. No a la violencia, por ejemplo, contra la población civil desarmada.
Los actos terroristas de Hamás contra Israel son genocidas en el por qué y terroristas en el cómo. Son condenables sin más, según las leyes de la guerra vigentes en los códigos civilizatorios de Occidente.
La represalia de Israel contra Hamás, por el contrario, tiene hoy un por qué justo, pero un cómo que está en la orilla de la misma barbarie terrorista que la agredió.
La nación de Israel está obligada a autocontenerse en el cómo de su represalia, porque es la parte del conflicto de la que puede esperarse eso, y a la que puede fortalecer una conducta civilizada en medio de la crisis.
Se dirá que la carga es desproporcionada, que las leyes civilizatorias de la guerra dan ventaja a quien no las cumple.
Sí, pero las leyes de la guerra de que hablamos son las reglas de la civilización que tenemos, y la civilización debe pagar su precio para imponerse a la barbarie, no mimetizarse con ella. (Amanda Taub: "Israel, Gaza and The Laws of War", NYT 12/11/23)