ME OLVIDABA COMENTAR que el mismo autor Anton Makarenko tiene un libro que se llama "20 conferencias sobre educación infantil", y recuerdo que su planteamiento central es que el trabajo en casa es fundamental para fomentar la disponibilidad en la cooperación y trabajo de grupo. En casa ellos juegan y les gusta jugar a barrer, a regar las plantas, a pintar la casa, aunque no barran bien, terminen todos mojados o tiren algo de pintura y el padre tenga que volver a pasar la brocha y limpiar el piso. Pero es una parte educativa. Lo mismo pasa en la escuela, y ha de explicárseles a los padres la función pedagógica de la colaboración en el trabajo (con todos, pero más con los padres de los alumnos inquietos). No lo digo yo, lo dice Makarenko. Y sí, reconozco que las condiciones de ahora son muy distintas. Yo cuento solamente mi experiencia. Los docentes de ahora tienen las propias y la manera como las resuelven.
ME TOCÓ UNA ESCUELA telesecundaria abandonada -y por tanto en declive- en Nacajuca, en la que trabajé tres años, pasándola de 15 alumnos por grupo a 28. Ya ni las familias pobres querían mandar a sus hijos e hijas allí. En lo primero que me ayudaron los alumnos más grandes e inquietos, con el consentimiento por escrito de sus padres (por supuesto), fue a habilitar una bodega ruinosa en dirección bien pintada y con su letrero, a limpiar un pozo de agua que rebosaba en basura, a crear un jardín con cerca de Ixora, y a limpiar un área para la práctica de futbol. Me detengo en lo del pozo de agua.
EL POZO NO ESTABA PROFUNDO, pero sí rebosaba de basura. Les pregunté si conocían a alguna persona que se dedicara a limpiar pozos, que le dijeran que yo quería hablar con él. "Nosotros lo podemos limpiar, si a eso nos dedicamos los fines de semana", me dijeron seguros. "Nooo, si sus padres se enteran me van a denunciar a la SEP", les dije. "No, maestro, les vamos a decir a nuestros padres que vengan a hablar con usted para que les firmen el permiso de autorización". Un viernes fueron sus padres y firmaron el documento.
AL SÁBADO SIGUIENTE en la mañana empezaron el trabajo de limpieza del pozo bajo mi vigilancia. Reían al sacar esqueletos de pupitres, mochilas podridas y hasta un cuadro de bicicleta oxidado, plásticos. Al final ya estaba limpio el pozo, el agua transparente "mejor que la entubada" de la ciudad (ellos lo dijeron). Les dije que se acercaran y lentamente dejé caer agua de una jarra a contraluz del sol. Se miraba el arcoiris. Y les dije: "esto se logró gracias a ustedes: Esteban, Miguel, Carlos, Juan, Ernesto. Gracias a ustedes, nunca lo olviden que yo nunca lo olvidaré". Sus nombres los pronuncié fuerte y mirándolos". Y vi sus rostros orgullosos de servir. (FIN)