Ciertamente hemos avanzado en el combate a la corrupción, pero esta se niega a morir y persiste lo mismo en la sociedad, en el ciudadano que se niega a ser el cambio que quiere para su país, que en la burocracia y sobre todo en un sistema de prevención, procuración e impartición de justicia corrupto e ineficiente.
A la incapacidad de la policía, se une la monstruosa ineptitud de nuestras fiscalías, y la cloaca de un poder judicial podrido y corrupto, en que los pocos delincuentes que llegan, por una puerta giratoria entran, pero por otra salen.
Si consideramos que en nuestro México, estadísticamente solo llegan a sentencia el 0.02 de los delitos que se cometen, llegamos a una monstruosa impunidad del 99% en que el delincuente siempre juega una pirinola que en todos sus lados dice ganar.
Y esta impunidad se nutre de la puerta giratoria de nuestros tribunales, por la que entran pero también salen los que infringen la ley. Y los que no tienen recursos para comprar su inocencia, pues sus juicios duermen el sueño de la injusticia imperante.
Y un poder judicial federal podrido, con ministros que cobran un sueldo de más de seiscientos mil pesos mensuales, más de veinte mil pesos diarios, adicionados con fideicomisos de más de veinte mil millones de pesos para cubrir los más estrafalarios dispendios de estos semidioses.
Una Suprema Corte de Justicia, que ni es suprema, ni nacional, ni imparte justicia , integrada por ministros que sirven y favorecen a empresas y gobiernos extranjeros, en contra del interés nacional, lo que los coloca en los supuestos del Artículo 123 del Código Penal Federal , que define el delito de traición a la patria.
Y se viola el mandato constitucional de una justicia pronta y expedita. Ni pronta, ni expedita, pero si putrefacta. Dos muestras: Caro Quintero consignado por delitos con pena máxima de 25 años, 28 años preso sin sentencia, y el caso del Sr. Vallarta, víctima del montaje por el que salió libre la francesa Florence Cassez, que continua preso, veinte años, y sin sentencia.
Gandhi lo decía: "lo más malo, de las cosas malas, que hacen la gente mala, es el silencio de los buenos. Y decía también: "Sé el cambio que quieres para tu país" . Tenemos, pues, dejar de aplaudir y empezar a exigir.