Leer

Leer

Ver o escuchar leer a un niño, sobre todo en estos momentos, es de gran impacto. Lo anterior tiene una relevancia sin límite, porque el significado de esa postal nos remite a seguir incentivando la promoción de la lectura.

No es fácil colocar a un sujeto en el centro como lector. La tarea tiene un amplio criterio. Cuenta mucho la disciplina, la pasión, el atreverse a mirar nuestros alrededores de otra manera.

Tampoco se trata de quedarnos con esa única escena del del niño lector, porque faltarían complementos en su formación, entre ellas, por mencionar sólo dos: la pintura y la música, por ejemplo. 

Promocionar la lectura es un proceso de tiempo: Esculpir con el cincel, dar forma, limpiar, repetir la operación artística, todo ello, lleva una constante preparación.

Las instituciones, en este caso, como las escuelas, tienen una responsabilidad enorme, porque en sus manos está mostrar el camino, darles luz, brillo y un buen resultado a los estudiantes, pero no se trata de repetir procesos, lo interesante es crear otras alternativas de enseñanza y aprendizaje.

Los libros, por su parte, tienen el sentido de incentivar, hasta hacer de las personas un lector voluntario, bajo una sustancia que reconozca la profesionalización.

Hoy, leer 20 minutos no bastan, es urgente realizar ejercicios mentales con la lectura. Trabajar desde adentro, analizando y luego hacer esa comparación con nuestra vida común diaria.

Tampoco se trata de leer mil libros, porque existen personas que lo hacen, sin embargo, jamás comprenden los significados, y su batalla queda perdida.

El niño necesita un acompañamiento. Es agarrarle su mano con el fin de ayudarlo a cruzar una calle, hasta que pierda el miedo y se empodere, lo mismo sucede con la lectura, se tiene que lograr tal empoderamiento para entonces decir que existe una conexión con los textos.

A medida que las experiencias lectoras aumentan, lo hacen también los saberes y estrategias implicadas, y, consecuentemente, se amplía la conectividad entre el texto y el lector.

Lo que le permite reconocer personajes y acciones prototípicas, escenarios, hilos argumentativos, estructuras discursivas, realizar predicciones e inferencias durante el proceso, relacionando el texto con otros textos o con experiencias propias, en última instancia, construir el significado. Hagamos la apuesta.