Las viudas

Mi madre un día recibió la inesperada visita de una amiga muy querida de su infancia; llegó con los ojos anegados en lágrimas.

Mi madre un día recibió la inesperada visita de una amiga muy querida de su infancia; llegó con los ojos anegados en lágrimas. Nos contó que acababa de enviudar y su esposo había dejado su rancho y demás pertenencias a sus hijos, todos ellos varones, por lo que procedieron a depositar a su madre en la calle. Mazatleca ella, tomó un autobús para la ciudad de México y llegó a refugiarse con su amiga querida. Pasó mucho tiempo para que volviera a tener una vida medianamente estable. Desde entonces me pregunto: ¿Cómo se ha sobrevivido a la muerte de la pareja? ¿Cómo ha sido a lo largo de la historia?

Una persona que ha perdido a su cónyuge por haber muerto y no haber vuelto a casarse se le conoce como viuda, viudo. Su condición se vuelve compleja y si es mujer, su suerte será muy diferente a la del viudo varón; tan solo basta con hacer una revisión en la historia para ver cómo el tratamiento que se le ha dado es digno de reflexión.

A las viudas se les ha caracterizado como mujeres pobres, desamparadas, incompletas y hasta peligrosas. Su nueva situación ha implicado muchos cuestionamientos sociales producto de comportamientos heredados y muchas veces estereotipados. La palabra viuda proviene del latín "viuday" que significa "vacía", en contraste con la figura del viudo que nunca significó vacío porque los hombres nunca han sido definidos a partir del otro, como sí ha ocurrido con la mujer.

En la antigua Mesopotamia ser viuda era equiparable a la orfandad por el grado de desamparo que enfrentaba, y en Egipto e Israel las mujeres en esa condición eran consideradas desvalidas. En estas culturas como en la griega, romana y en el nuevo testamento, las viudas representaban un problema social que para su solución se necesitaban normas y reglas para "proteger" sus derechos, su sexualidad, su comportamiento en la sociedad.

Ser joven o estar en una etapa más avanzada determina la percepción hacia las viudas ya que puede ir de mujeres en desamparo a mujeres peligrosas. Así, para las comunidades patriarcales: cuando la viuda es joven, la sociedad volverá a casarla (por ejemplo el levirato -ley hebraica que obligaba a un hombre a casarse con la viuda de su hermano fallecido sin descendencia masculina) porque su cuerpo constituye aún una promesa de procreación; si la viuda es de edad avanzada, la sociedad deberá ocuparse de ella. El desequilibrio económico que generaría la mujer que ya no procrea y que debe ser mantenida, no es sin embargo lo más inquietante, sino su sexualidad, despierta y experimentada, que representa una amenaza para el orden moral, de linaje y sucesorio. Aunque la viudez podría significar salir de la dominación ya fuera sexual o económica, ubicada en el contexto de una sociedad patriarcal, resultaba muy peligrosa.

En Italia del siglo XVI, las mujeres eran definidas a partir de su condición de virgen, casada o viuda. Para las últimas, ser jóvenes se consideraba arriesgado, por lo que se aconsejaba mantenerse en castidad y ponerse por completo al servicio de Dios, ya que en la tradición cristiana, San Pablo señalaba en la Biblia que para las viudas lo preferible es la castidad. Sin embargo, para las viudas jóvenes se recomienda un segundo matrimonio "para evitar la tentación de Satanás" y controlar su sexualidad.

Las obligaciones que conlleva la viudez han significado atentados contra la vida de las mujeres. Como ejemplo, en la práctica sati desarrollada en las altas castas de la India, la viuda debía inmolarse manifestando con ello su lealtad hacia su marido ya que lo seguía al más allá y con ello se consideraba como una santa y heroína.

En la Nueva España las viudas que optaban por la vida religiosa se enfrentaban a pruebas más difíciles para ingresar a la vida monacal. Su situación económica marcaba la diferencia en el trato que recibían, aunque para el derecho castellano todas debían estar siempre bajo una autoridad masculina.

Según el Corán, la viuda deberá esperar cuatro meses y diez días, antes de volver a contraer matrimonio, ello a fin de asegurarse de no estar embarazada. En caso de estarlo y si llegase a ser mamá, el hijo tendrá idéntico derecho que sus hermanos en la herencia del papá fallecido. En el inicio de la República en Brasil, las viudas tenían que enfrentar un código estético y de disciplina que tenía que ver con recato, la reclusión social, la vestimenta sobria y la mínima demostración de alegría. Se representaba generalmente a la viuda como una mujer vulnerable a problemas mentales.

En la literatura inglesa del siglo XVIII, en cartas, diarios u opúsculos, se advierte una obsesión entre los varones de clase media y de clase alta debida a la posibilidad de que fallecieran, ¿disiparían sus esposas la fortuna con gigolos empobrecidos que excitaran su interés físico?

Los reformistas europeos del siglo XVI trataron de canalizar los fondos de las viudas a fines filantrópicos y a dotarlas de una vida significativa a través de la actividad basada en la iglesia. Hasta cierto punto, tuvieron éxito. Muchas se hicieron fundadoras de órdenes religiosas, para lo que emplearon la riqueza que habían adquirido a través del matrimonio. La sociedad tenía expectativas respecto de la viuda. Estas expectativas incluían la de que enterrara a su marido con decoro y honor, y esto podía implicar gastos que apenas podía afrontar. El velatorio irlandés, exigía que la viuda diera hospitalidad a toda una aldea en duelo en conmemoración de su marido perdido, es ampliamente descrito por los clérigos como causa de ruina de muchas mujeres pobres. Después, lo que la sociedad esperaba de la viuda era fortaleza y capacidad para recomponer las piezas, a fin de no convertirse, con sus hijos, en una carga para la parroquia. Después del funeral, las deudas de la viuda no necesariamente se pagaban.

Resultaba muy difícil para la viuda de un artesano pagarle a un sustituto que permitiera conservar el funcionamiento del negocio de su marido, ya que estaba mal visto que ella sacara el negocio adelante por sí misma, lo que llevaba a la quiebra al noventa por ciento de ellas. Mejor preparada para enfrentar la eventualidad de la muerte del marido se hallaba la economía familiar que comprendía un pequeño negocio como una taberna, un café, un despacho de comidas, producción de tartas, pasteles, panecillos o una hospedería.

Perdidos los referentes de padre y marido, para la viuda aristocrática, dueña al fin de sus actos, podía ser el comienzo de una nueva vida. La mujer de clase media, si era urbana, quizás continuara con el negocio familiar; la de la clase baja, probablemente engrosaría las filas de los indigentes. La viudez deparaba para la mujer, un sinfín y diversidad de consecuencias según su clase social y la fortuna de su marido desaparecido.

Las mujeres han chocado con enormes dificultades ya fueran hijas, esposas o madres. Por ello, no es de extrañar lo dicho por Richard Steele, el ensayista del siglo XVIII quien al tratar de definir a la mujer aseguró: "Una mujer es una hija, una hermana, una esposa y una madre, un mero apéndice de la raza humana". Con lo anterior, nos preguntamos que a cualquier edad de la vida y en cualquier circunstancia, la mujer ha dependido de la autoridad de un hombre. ¿Qué ha cambiado?