No resido en Estados Unidos, al igual que cientos de analistas que se sorprendieron por los resultados que obtuvo Donald Trump en las últimas elecciones presidenciales, cuando las previsiones sobre su llegada a la Casa Blanca no eran nada halagüeñas.
Cabe recordar que, además del desgaste legal por enfrentar un juicio relacionado con sus presuntas implicaciones en la falsificación de registros empresariales, Trump cargaba con el peso moral de haber pagado dinero para silenciar a su exabogado y a una actriz de cine para adultos.
Sin embargo, ocurrió lo que para muchos parecía impensable, aunque posible: Trump ganó 312 de los 538 votos electorales. Pero no solo eso, también alcanzó el 50.2% de la votación popular, con más de 75 millones 500 mil votos, un resultado sin precedentes para un candidato republicano en las últimas elecciones. De hecho, en el proceso de 2016, en el que se enfrentó a Hillary Clinton, fue superado por más de 700 mil sufragios populares, aunque la mayoría de los votos del Colegio Electoral le favorecieron. Así son las particularidades del sistema electoral estadounidense.
¿Cómo pudo un personaje cuyas decisiones políticas representaron una afrenta para buena parte de la clase obrera y un golpe brutal a los derechos y la dignidad de las mujeres obtener semejante resultado?
Varios factores se entrelazan. Por ejemplo, detrás de su discurso: "Denme lo que quiero y, a cambio, haré algo por ustedes. Haré que Estados Unidos vuelva a ser grande", subyace el hartazgo por el abandono de las causas sociales bajo el gobierno de Joseph Biden, considerado uno de los presidentes más grises de la historia reciente del país. En un clima de desesperanza y declive, donde la generación actual se siente condenada a una vida peor que la de sus padres, queda claro que ese discurso no es tan insustancial como parece.
Trump también supo capitalizar la reacción populista frente a la globalización. Grandes sectores de la opinión pública han acumulado un profundo descontento debido a la creciente desigualdad, la desindustrialización y la percepción de una pérdida de control y falta de sentido en el manejo del gobierno. No obstante, como suele ocurrir en las campañas electorales, sobre todo cuando se realizan desde la oposición, una cosa es criticar severamente los problemas y otra muy distinta ofrecer las soluciones. Es evidente que muchos estadounidenses olvidaron —o nadie les recordó— que el propio gobierno de Trump había contribuido al escenario caótico con el que Biden tuvo que lidiar.
Finalmente, existe otra variable que me gustaría proponer como hipótesis: el candidato republicano logró comprender el funcionamiento de la mente del votante, como cuando alguien comprende cómo funciona un utensilio o un aparato electrónico para poder repararlo. No le fue difícil, claro, contando con el apoyo de tecnólogos como Elon Musk.
De este modo, Trump observó que las mentes de sus potenciales electores debían ser "reparadas" como esas máquinas que deben apagarse, encenderse de nuevo y esperar a que un procedimiento interno las restablezca. En otras palabras, en esta era de gobernabilidad algorítmica, consiguió convencer a millones de votantes de que, al apoyarlo, en realidad se apoyaban a sí mismos. Los "apagó" (su vida no será mejor que la de sus padres) y los volvió a encender (conmigo, Estados Unidos será grande otra vez y tú tendrás una vida decente). En la simplicidad está la clave.
COROLARIO
Tras las elecciones de 2016, cuando Donald Trump derrotó a Hillary Clinton, el filósofo político Noam Chomsky comentó: "Los seguidores de Trump han mostrado una clara correlación con personalidades autoritarias, patriarcales, racistas, ultranacionalistas, etcétera. [...] No sorprende la victoria de una multimillonaria estrella televisiva con un sustancial apoyo de medios de comunicación extasiados por las payasadas del candidato".
Recuerdo, como lección literaria, la novela distópica "1984" de George Orwell. En ella, el protagonista, Winston Smith, vive en una sociedad totalitaria dirigida por un líder omnipresente conocido como "El Gran Hermano". Aunque el régimen es opresivo y represivo, la mayoría de la población muestra un fervor casi religioso hacia "El Gran Hermano" y su gobierno, producto de la manipulación masiva de la información y el control psicológico ejercido sobre los ciudadanos.
Sin duda, una película ya vista, pero una lección poco o nada aprendida.