LA REVOLUCIÓN MEXICANA LA GRAN TRANSFORMACIÓN, SUS CAUSAS Y SUS EFECTOS

Otra falsa fama era la de la paz, pues era una paz de esclavitud y de los sepulcros

Los jóvenes deben conocer el México anterior a la  Revolución, un país con leyes y una Constitución, pero que la  dictadura bárbara de un gobernante sostenido por las armas y el contubernio con esclavistas norteamericanos lo mantenían  en una  ilegalidad criminal.

Tras una época de paz y prosperidad en los gobiernos de Juárez y Lerdo, tras varios levantamientos y el apoyo de militares corruptos, el ambicioso Porfirio Díaz asalta el poder con el lema, la promesa, del reparto agrario y la no reelección, constituyendo  en los hechos los grandes latifundios mediante el despojo de sus tierras y aguas a los aborígenes y perpetuándose en el poder mediante reelecciones simuladas e interminables.

Adquirió alguna fama de modernidad por las vías de  ferrocarril que efectivamente construyó, pero que únicamente sirvieron para la penetración norteamericana. Tres vías al norte, que entregó a norteamericanos, que estos hipotecaron y posteriormente Díaz  se las compró y pagó las hipotecas, de tal suerte que estas vías las pagó tres veces el pueblo mexicano.

Otra falsa fama era la de la paz, pues era una paz de esclavitud y de los sepulcros, de aquella emblemática orden de <<mátalos en caliente>> y la salvaje guerra de exterminio que emprendió contra los yaquis y mayos en Sonora y contra los mayas en Yucatán.

No había respeto a nuestra soberanía. Imperaba la sumisión.  En su  informe que leyó en la apertura del Congreso el 1 de abril de 1887, dijo: <<Al fin, las tropas norteamericanas, eficazmente ayudadas por las nuestras, lograron aprehender al jefe de los salvajes (sic) Jerónimo, que fue llevado a Estados Unidos>>  Real, en territorio nacional, el ejército norteamericano es ayudado por Díaz y aprenden un jefe aborigen  que es llevado a USA.

Recibió un peso que valía dos dólares, pero cuando fue sacado del poder, el dólar ya valía dos pesos. Las peores devaluaciones en su gobierno. Además, no vendió,  regaló el Belice a Inglaterra y el Petén a Guatemala.

Dotado de una inteligencia, pero para lo criminal, no le interesaba la cultura ni el arte, no leía salvo recortes de periódicos y alabanzas a su ego, lo único que estudiaba y planeaba era como perpetuarse en el poder.

Con su casamiento con Carmelita Romero Rubio mató tres pájaros de una pedrada: limó asperezas con Lerdo y sus seguidores, pues era su ahijada, obtuvo  el apoyo de su suegro y también el de la Iglesia, a la que Juárez había separado del gobierno.

No había partidos políticos, ni elecciones, ni libertad de expresión, ni de prensa, ni de tránsito, ni educación, ni salud, ni nada. Se exterminaba a los pueblos aborígenes para despojarlos de sus tierras y aguas,  se entregaron minas y petróleo a extranjeros sin que pagaran un centavo de impuestos a la federación, Estados o municipios, los campesinos acasillados y los obreros esclavizados y sin derechos, y los que reclamaban, masacrados.

México sufría una dictadura bárbara propia de la edad de piedra. Y hay “ingenuos”, por decir lo menos, que añoran el látigo y la dictadura.