1. Humo, nada. Somos apenas un minúsculo ser entre tanto espacio infinito. Materia ínfima con un movimiento inventado. Apenas el suficiente para permitirnos dar algunos pasos, por decirlo de esa manera. Un soplo de aire.
2. El azar es un rito. La mañana gloriosa. Miro el volar de un pájaro. Uno en la parvada. Y sin embargo nos preguntamos sobre el concepto tiempo. Porque son los conceptos donde nos hemos anclado para tener alguna identificación y diferenciarnos.
3. El frondoso árbol es una muestra de las batallas inútiles: la edad, las prisas, las preguntas sobre nuestro origen y destino. No nos conformamos con ser y estar e irnos. Hay una puerta cerrada y otra abierta. Solo que no podemos diferenciarlas. Mientras tanto, el árbol sigue allí impertérrito e imperturbable.
4. Y buscamos razones para justificarnos. Y buscamos palabras que tiendan a esclarecer lo que hay dentro. Y los balbuceos son precisamente lo único que podemos mostrar en respuesta como credencial de identificación.
5. Somos acaso humo que se contrae y expande. Nada con pretensiones del todo. Buscamos fórmulas y definiciones. Y como en un laberinto apenas damos vueltas sobre el mismo punto. Somos el esperanto con las letras al revés. Asno alrededor de la noria. Y la Torre de Babel es apenas un símbolo de los tantos que nos definen.
6. Diez niños corren alrededor de ocho sillas. Pero ellos cuentan nueve. Ríen gritan, alborozan. La música se detiene. Dos se quedan sin asiento. Solo que ellos habían contado nueve sillas. Hay un mago que hace el truco de los supuestos, de las imágenes dobles. Vuelven a correr alrededor de las sillas. Y así hast el infinito.
7. ¿Cuál es el sanatorio de los locos? pregunta un repartidor de pizzas. Está adentro de las grandes instalaciones. Hay árboles altos, bancas, castillos en el aire y de arena. Y pregunta a los locos. Ellos señalan afuera, pero le piden que deje la pizza, bajo el argumento que tienen hambre. Lo dicen riendo. No hay violencia. Y el repartidor se las entrega y se aleja ufano.
8. ¿A qué hemos venido? Dime, pato, ganso, gallo-gallina. Dime venado, gusano, flor, perro. Les pregunto y me pregunto. Y pregunto a los amigos y amigas. A los amores lejanos. A mi mano derecha y a la izquierda. A mis ufanos riñones y a mi hígado. Y ellos se sorprenden ante mi pregunta. Y a su vez preguntan ¿quién eres?
9. La pregunta retumba en mis oídos. Y trato de dar repuestas lógicas, coherentes. Truncas y enredadas respuestas que hemos aprendido a fuerza de repetirlas. Nadie nos pregunta, es cierto. Pero las tenemos a la mano por si acaso hay necesidad de repetirlas: seres racionales, jefes y reyes de la naturaleza.
10. Los animales del campo pacen unos, pasean otros, indiferentes a las miradas de los bípedos. Rápidos corceles pasan. En días especiales se reproducen. Unos gusanos salen de la tierra. La luz se expande y luego de un instante cede espacio a la oscuridad para el descanso de los ojos. Y han pasado millones de años. Y es entonces que me pregunto: ¿Quién soy? Si acaso alguien pregunta y alguien responde.