Estoy cierto que en el tema del chisme aplica muy bien aquella máxima bíblica contemplada en el Evangelio de Juan: "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra", y es que, en verdad, quién no se ha topado con el chismoso o la chismosa de la ventana, de la vecindad, de la escuela, del trabajo, de la calle, de la fiesta, del pueblo, de la sociedad entera. Y pregunto quién no se ha topado con ellos o ellas, para no preguntar quién no ha jugado ese papel en algún momento de la vida. Pero mis cuestionamientos se refieren a una puesta en práctica individual, que sin lugar a dudas tiene repercusiones en el entorno en donde se ejerce. Por ejemplo, en el texto "El libro del sepulturero" su autor Oliver Pötzsch le hace decir a una de sus personajes: "No imaginé que mi chismorreo tendría consecuencias", y lo dice después de haber inventado que una compañera y un compañero de trabajo mantenían una relación amorosa, a pesar de que dentro de las políticas del ambiente laboral estaba prohibido este tipo de relaciones entre compañeros, por lo que los susodichos fueron suspendidos hasta que el área de recursos humanos agote la investigación iniciada al respecto.
Este ejemplo plasmado en una obra literaria tiene su réplica en la vida real de toda sociedad y en todos los tiempos. Pero existe otro tipo de chismes: Los que de manera programada y con intereses que van más allá de los inmediatos en la vida individual, producen y difunden grupos sociales, empresariales o políticos con el firme propósito de denostar y mermar el prestigio de una persona o de un grupo o de toda una sociedad. Y de este tipo de chismes México ha estado lleno desde, cuando menos, lo que va del siglo, profundizándose a partir de 2018 con el arribo de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia del país, y continuando con la llegada de Claudia Sheinbaum Pardo al mismo cargo.
Hace dos décadas fue eso de que "AMLO es un peligro para México", y ahora es esto de que AMLO es quien realmente manda en el país y que sigue viviendo en Palacio Nacional, y que la presidenta de la república sólo replica lo que su antecesor le dicta. O que el país ya es una dictadura comunista. Éstos y otros chismes son difundidos de manera permanente en redes sociales y en programas de televisión y radio de las cadenas corporativas, pero por fortuna un día sí y otro también muestran su ineficacia porque la mayoría de la gente ya no los cree, y es que ya están muy lejanos aquellos tiempos en los que mujeres y hombres afirmaban cosas simplemente porque lo había dicho Jacobo Zabludovsky frente al micrófono y cámaras de su noticiero nocturno en la televisión comercial.
El artista plástico Ulises Carrión, en su ensayo "Chisme, escándalo y buenos modales", dijo que para que realmente una información se convierta en chisme efectivo tiene que contar con algo más que la falsedad de su contenido, y es la credibilidad ante la gente. Aseveración que me hace afirmar que precisamente por eso los chismes que en México se han difundido en contra del sistema político imperante a partir de hace seis años no han prosperado como sus impulsores y difusores hubiesen querido. Y es que además de ser Fake News no son creíbles.
Y aunque diría Chico Che: "Chismes, chismes, chismes, sólo chismes, los chismes no deben de ser", en la realidad sí son, tanto en la vecindad como en los medios de comunicación, con la diferencia que en éstos últimos son un negocio para quien los difunde. (*Escritor. cadenacardenasjavier@gmail.com)